Noticias de "Luz" y "Faro Villalbés"



Cuando publiqué en EL PROGRESO mi trabajo “Apuntes para un ensayo sobre el periodismo en Villalba” ignoraba, debo confesarlo, la existencia de los periódicos “Luz” y “Faro Villalbés”, de los que al presente voy a dar noticia, para que sus títulos puedan ser añadidos a las dieciocho publicaciones que en aquel entonces citaba, con lo que tendremos un total de veinte, cifra no escasa que, si alguien no me demuestra lo contrario, coloca a Villalba en el segundo lugar de España, después de la hermana ciudad de Vivero, en cuanto a publicaciones periódicas que en un pueblo han visto la luz.
            Del periódico “Luz” nadie en Villalba recuerda nada, pero yo puedo demostrar que existió por que el número 1 de “Faro Villalbés” correspondiente al día 22 de enero de 1932, bajo el título “Editorial”, dice: “Nuestras campañas en “Luz”, convertida ahora en luminoso y potente “Faro Villalbés”, que hoy presentamos a nuestros lectores, cuyos rayos y destellos de libertad, democracia, sinceridad, amor y verdad llegarían al más apartado rincón de este distrito, prosiguiendo su trayectoria purificadora y saludable desde estas columnas, enchidas de ideal, fervor y entusiasmo republicanos como en todo tiempo hemos defendido...”
            Se deduce, pues, que “Luz”, nació después del 14 de Abril de 1931 y, en enero de 1932, dejó paso a su sucesor “Faro Villalbés”
            “Faro Villalbés” aparece, como hemos visto, el 22 de enero de 1932 y con el subtítulo siguiente: “Periódico Quincenal Paladín de Organización Republicana Agraria (ORGA)”. El último número se publica el día 28 de junio del año 1936 y corresponde al Año VI. Número 74 del periódico. Es lógico suponer, dada la ideología defendida por la citada publicación que su desaparición fue inevitable y, desde luego, forzada al estallar la guerra civil española.
            Hasta el año 1936, en que aparece como director de “Faro Villalbés” el maestro nacional ,escritor y poeta villalbés, Antonio Quintela Ferreiro, tal y como consta en la parte superior derecha de la cabecera del quincenario cuando éste ya ha pasado a ser “Periódico Independiente Defensor de los Intereses de la Comarca Villalbesa”, este periódico no hace figurar el nombre de su director, pero sabemos que lo era D. Ramón Taboada Fernández, gracias a una información publicada en el número 28 del quincenario, de fecha 1 de mayo de 1933. En dicha información se da cuenta de un banquete celebrado por la Organización Republicana Agraria de Villalba para festejar el segundo aniversario de la proclamación de la II República Española y se nos dice que, entre los asistentes al acto, “figuraba D, Ramón Taboada Fernández, director de este periódico”.
            El subtítulo de “Faro Villalbés” sufre distintas modificaciones cuyas motivaciones políticas es fácil suponer y así vemos que el primero de los subtítulos, ya citado persiste hasta el número 6 del periódico, correspondiente al día 2 de mayo de 1932. En el número 7, de 22 de mayo del mismo mes y año 1932 el subtítulo es el de “Periódico Quincenal Paladin del Partido Republicano Gallego”, y esta variación se debe a que en Asamblea de la F.R.G.A., que tuvo lugar en La Coruña el día 8 de mayo de 1932, se tomó el acuerdo de que ORGA se llamase en lo sucesivo Partido Republicano Gallego. Este segundo subtítulo tiene una vida efímera, puesto que en el número 8 de la publicación, de fecha 13 de junio de 1932, varía nuevamente y aparece el de “Periódico Quincenal Paladín de “Organización Republicana Agraria” del Partido Republicano Gallego”, subtítulo que ha de figurar hasta el número 47, de 26 de marzo de 1934. En el número 48, de 14 de abril de 1934, aparece “Faro Villalbés” como “Organo de la Izquierda Republicana de Villalba”, subtítulo que dura hasta el número 63, de fecha 31 de diciembre de 1934.
            Durante el año 1935, por causas que se desconocen, no se publica ni un solo número de “FARO VILLALBES”, reapareciendo en 1936, siendo director el ya mencionado Antonio Quintela Ferreiro y con el nuevo subtítulo que ya dejamos referido.
            Desde el número 1 hasta el número 63, de fecha 31-12-1934, es decir, durante los años 1932, 1933 y 1934, el precio de “FARO VILLALBES” se sostiene en tres pesetas años, para España y cinco pesetas años, para el extranjero, y en 1936 aparece con el nuevo precio de 1,25 pesetas trimestre para España, lo que supone 5 pesetas por año, y 7 pesetas año para el extranjero. Había subido la vida, pero no a la velocidad con que lo hace actualmente.
            La redacción y administración de “FARO VILLALBES” estuvieron domiciliadas ambas, desde el primero hasta el último número del periódico en la calle de Marcelino Losada, número 4, hoy sin denominación.
            A partir de 1936, “FARO VILLALBES”, debajo del subtítulo hace figurar en grandes letras versales el lema: PAZ–JUSTICIA–TRABAJO, y vemos una acentuación de su tendencia galleguista –nacionalista. En el último número –el 74- publica en primera plana, bajo el título de “Estatuto”, un resumen y explicación del mismo, además del poema “Galicia” de Ramon Cabanillas. En segunda Página incluye la “Declaración de principios y programa do partido aprobado na I asambreia”, además del poema “Dous amores”, de Salvador Golpe.
            Entre los colaboradores más asiduos de “FARO VILLALBES” se encuentran la poetisa villalbesa Carmiña Prieto Rouco, colaborando con poemas en su mayor parte escritos en idioma gallego, aunque aparecen también algunos en castellano. Destaca también en este periódico la colaboración habitual de numerosos maestros nacionales entre los que puedo citar al que había de ser director del mismo, Antonio Quintela Ferreiro y a José Pérez Yañez, Daniel Carballido Díaz, Jesús Golmar Rodríguez, José Díaz Teijeiro y Angel Fraga Orosa. Colabora también el escritor villalbés Alfonso Guizán, el abogado y notario Ramón Ferreiro Lago y el veterinario Juan Rof Codina. Hay alguna colaboración aislada de A. Villar Ponte.
            No es preciso aclarar nada al lector sobre la ideología de “FARO VILLALBES”, puesto que los subtítulos del periódico que hemos mencionado, nos lo dicen todos sobre ello.
Para terminar este trabajo y con el fin de que sirva de punto de partida a futuros investigadores que quieran ampliar el tema, dejaré establecida, por orden cronológico, la lista de publicaciones periódicas que, en total, existieron en Villalba y que es la siguiente:
            “El Eco de Villalba”, aparece en 1908. “El Ratón”, 1910. “El Vigía Villalbés”. 1913, “Azul y Blanco”. 1914. “Villalba y su Comarca”, 1915. “Galicia Pintoresca”, 1916. “A Xusticia”, 1918. “Aurora”, 1919 “El Gato”, 1919. “La Voz Villalbesa”, 1921. “El Progreso Villalbés”, 1922. “El Villalbés”, 1925. “El Villalbés” de Buenos Aires, 1927. “Unión Ciudadana” 1929. “Ariete”, 1931. “Luz”, 1931. “Faro Villalbés”, 1932. “Stadium”, 1949 y “Castillo”, 1950. Nos gana Vivero, desde luego, pero el lector reconocerá que, para un pueblo tan pequeño como Villalba, no está nada mal ese número de veinte publicaciones que a lo largo del tiempo, entre 1908 y 1950, vieron la luz en nuestra villa. Hoy, por desgracia, en ese y en muchos otros aspectos culturales, non hay nada de nada. Ni esperanza
Nos gana Vivero, desde luego, pero el lector reconocerá que, para un pueblo tan pequeño como Villalba, no está nada mal ese número de veinte publicaciones que a lo largo del tiempo, entre 1908 y 1950, vieron la luz en nuestra villa. Hoy, por desgracia, en ese y en muchos otros aspectos culturales, non hay nada de nada. Ni esperanza.

Datos históricos y otras noticias sobre el castillo de Villalba



               El ASEDIO DE VILLALBA –Leyenda Histórica  -Por Manuel Mato y Vizoso (Biblioteca de “El Eco de Villalba” –Mondoñedo  -Imprenta de César G. Seco Romero -1909), fue escrita en verso por su autor, tal como él mismo dice:

Al pié del alto muro
de la Torre almenada
         del que, un tiempo Castillo
de gran señor feudal,
fue valla que detuvo
a bravos campeones
durante muchos días
sin poderla asaltar…

            “El Eco de Villalba” en el que se inicia la publicación de la citada leyenda corresponde al número 21 del referido quincenario villalbés de fecha 1 de enero de 1909.
            Manuel Mato y Vizoso –historiador, poeta, arqueólogo, periodista, músico, dibujante, pintor, académico numerario de la Real Academia Gallega –fallecía el día 9 de febrero de ese mismo año 1909, pero “El Eco de Villalba” que él había fundado y dirigido- continúa, como es natural, la publicación de la leyenda hasta darle fin en mayo del mencionado año. Y como Mato Vizoso no era hombre dado a escribir “de oído”, como hacen muchos, sino que gustaba a fuer de escritor honrado, de citar a las fuentes a las que acudía para basar sus escritos, añade un “apéndice” a la leyenda versificada por él y, después de decirnos que la esencia de la anterior leyenda está basada en los datos históricos, escribe los datos y noticias de altísimo interés que voy a continuación a transcribir. La publicación de esos datos comienza en el número 31 de “El Eco de Villalba”, correspondiente al día 3 de junio de 1909, y continúa en los siguientes hasta su terminación, bajo el título que encabeza este trabajo.
            ¿Y con qué derecho, señor García Mato, estampa usted descaradamente su firma después de la de su antepasado Manuel Mato? –dirá el incordiante de turno. Es muy simple: en el sentido en que la investigación y subsiguiente hallazgo del trabajo de Manuel Mato se me deben a mí, en que la transcripción la hago yo y no el vecino de enfrente y en que EL PROGRESO es a mí a quien ofrece sus páginas como colaborador que vengo siendo del periódico desde hace cerca de treinta años, me considero hasta cierto punto coautor del escrito que voy inmediatamente a transcribir para que tirios y troyanos sepan fundadamente a qué atenerse sobre el origen del Castillo de Villalba cuya fundación erróneamente, como vamos a ver, todo el mundo atribuye a los Andrade.
            Creo que las antecedentes razones me autorizan a unir mi firma a la de mi tío-abuelo. Y vamos ya a leer a Manuel Mato:
            “En la crónica del Rey Fernando IV, capítulo X, se dice que el infante D. Felipe, tenía cercada la villa de Monforte (año de 1304 ó 1305) y que vino a socorrerla “con muy grande gente”, don Fernán Ruiz de Castro, el cual murió en este cerco; y que el ayo del infante dijo a los caballeros que estaban con él, que “estando D. Felipe en Villalba, una puebla que es Galicia, sin gente, y no se guardando de este Fernand Rodríguez, nin tenía por qué, lo uno porque había debdo con él, que estaba casado con su hermana, que fuera hija del rey don Sancho, de Doña María de Ucero, é lo otro porque nunca lo desafiara, é vino allí a Villalba sin sospecha por lo matar é non pudo, é cercolo. E seyendo él quan mano que vos vedes que és tóvolo y cercado tanto tiempo fata que le fiso y comer las carnes de las vestias, e non había agua en guisa que legó a peligro de muerte é non vvo otro acorro sinon el de Dios que lo quiso guardar…”
            El rey Sancho IV de su esposa Doña María de Molina, tuvo cinco hijos varones y dos hijas. Fernando que le sucedió en el trono, Alfonso, Enrique, Pedro y Felipe. Fuera de matrimonio tuvo a Alfonso, Violante y Teresa.
Doña Violante, estuvo casada con D. Fernán Ruiz de Castro, señor de los Estados de Lemos, el cual queriendo romper el cerco que tenía puesto a Monforte el Infante D. Felipe, encontró la muerte en la reñida batalla que se empeñó. Su hijo D. Pedro Fernández de Castro, llamado el de la Guerra, que estuvo casado con Doña Isabel Ponce de León, fue padre de la infortunada cuanto hermosa Doña Juana de Castro la abandonada esposa de D. Pedro I el “Cruel” Rey de Castilla.
            En el asedio de Villalba, es indudable que D. Fernán Ruíz de Castro se apoderó del Castillo, cuya torre del homenaje reconstruyó su hijo D. Pedro y es la misma que se conserva en la actualidad.
            Hemos encontrado esta noticia en una hoja manuscrita, de principios del siglo XVIII, en que por incidencia se consignaba, entre varios particulares referentes a cuestiones sobre un tributo de cebadas que se pagaba a los condes de Lemos –que Pedro Fernández había hecho la torre de Villalba y terminara su fábrica en 1330,  circunstancia que se confirma por el hecho de haberse juntado el Cabildo de Mondoñedo en 30 de diciembre de 1327 a tomar providencias para remedio del lastimoso estado a que le tenían reducido las violencias de D. Pedro Fernández de Castro y otros perseguidores (España Sagrada, tom. 18, pág. 173) lo cual indica que este personaje no se encontraba lejos de dicha ciudad episcopal por ese tiempo.
            Si bien es cierto que el Castillo de Villalba fue una de las muchas fortalezas que, después de mediados del siglo XV derribaron los hermandinos, capitaneados por Alonso de Lanzós, no cabe duda que, respecto al Castillo de Villalba, no se extendió ese derribo a la torre del homenaje, que sólo fue incendiada por ellos, sin que los muros hubiesen sufrido daños notables: en cambio demolieron las murallas que cercaban el reducto y los demás edificios de la fortaleza, que fue la que reconstruyeron, variando la forma antigua, Diego de Andrade y su esposa doña María de las Mariñas en 1485, según la inscripción que expresaba dicho año, sobre el escudo de armas de los Andrades en uno de cuyos cuarteles figuraba la estrella que era insignia de la casa de las Mariñas. Este escudo estaba colocado encima de la puerta que daba acceso al recinto por la Plaza de la Constitución.
            Las excavaciones hechas recientemente con el fin de extraer tierra vegetal para llevar a otros terrenos, dieron por resultado, en el interior de la torre del homenaje que, a la proximidad del pavimento se encontraron envueltas entre gran cantidad de ceniza y carbón, algunas balas de piedra que eran las que se usaban en la segunda mitad del siglo XV, restos de maderos carbonizados, ropas quemadas, fragmentos de vajilla, hierros, piedras y aún monedas de cobre de reinados anteriores al de los Reyes Católicos, todo lo cual constituye prueba indudable de que el incendio que acusan estos vestigios es el que verificaron los Hermandinos. Se advierte, además, que la elevada ventana única que perfora el muro del S.O. conserva en todos los sillares de granito, el color de haber sufrido la acción del fuego y se comprende que sea esta sola ventana la que presenta esas señales, por ser el N.E. el viento reinante en este país en tiempo seco.
            Por la figura del jabalí, que ostenta la torre en su parte alta, se supone generalmente que, lo mismo que las murallas, torreones y otros edificios que tenía el recinto fortificado, la torre del homenaje es obra debida a los Andrades, pero a poco que uno se fije, reconócese que la piedra en que, está esculpida dicha figura, fue colocada allí con posterioridad a la fábrica de la torre, por lo que se nota en la disposición de los sillares inmediatos y en la falta de homogeneidad con el resto de la edificación, y aún porque dicha piedra hubo que asegurarla con garfios de hierro que aún se conservan.
            Y para mayor confirmación, al practicar las referidas al exterior de la torre, se encontró parte de una de las ménsulas que forman la matacanería que corona este edificio, cuya pieza debió romperse al levantarla de su sitio cuando se colocó dicha piedra esculpida, habiendo sido entonces sustituida dicha ménsula por otra nueva, como así resulta del que no aparezca aún ahora la falta de ninguna de estas piezas en toda la coronación de la torre.
            La torre del homenaje que existía cuando tuvo lugar el cerco a que se refiere nuestra leyenda o sea a principios del siglo XIV, era un donjón octógono sobre cuya base se elevó el edificio actual y, por lo tanto, el grueso de los muros y la capacidad interior eran los mismos en una y otra torre.
            Sobre una gran porción conservada de los muros más antiguos continuó, por la parte de N.E: la reedificación que atribuimos a D. Pedro Fernández de Castro, y por lo que indica dicha porción, utilizada en la nueva obra, se observa que la fábrica de la torre que sufrió el asedio, era toda ella de piedra pizarra, asentada en mortero, compuesto de arena de río, cal y ceniza y sin ninguna sillería; las luces que perforaban sus gruesos muros consistían en sencillos y uniformes tragaluces aspillerados, de 1 metro y 20 centímetros de alto por 0.20 de ancho al exterior y amplia extensión abovedada por el interior, colocados a diferente altura, pero siempre al centro de cada lado del polígono del edificio; mientras que en la nueva fábrica todas las luces son de diferente forma y dimensiones, habiéndose empleado en ellas y en las esquinas de la torre la sillería de granito exclusivamente.
            La muralla antigua que cerraba el recinto de la fortaleza, a juzgar por los restos de su base, descubiertos al hacer las mencionadas excavaciones, cercaba un espacio algo más reducido que la reedificada por los Andrades en 1485, y, lo mismo que ésta tenía torreones, de parte de uno de los cuales eran algunos de esos vestigios.
            De la concisión de la crónica que da noticia del asedio de Villalba, no resulta que éste se verificase contra el Castillo precisamente; pero si bien la villa también estaba antiguamente cercada de sólidas murallas, de las que se conservan algunos restos y se han descubierto otros en distintos sitios del pueblo; de lo que se refiere al peligro de muerte de los situados por falta de agua y de la poca gente que debía acompañar al infante D. Felipe, -porque “sin gente”, como dice la crónica, no hubiera resistido el cerco tanto tiempo- se deduce sin género de duda, que el Infante se refugió en el Castillo y que allí fue sitiado por el de Castro.
            La expresión “sin gente” no puede tomarse en el sentido literal, sino en el de que no le acompañaban sus tropas; y que con los escuderos, sirvientes y hombres de este pueblo, aptos para las armas, se apercibió a sostener la defensa.
            Dentro de los muros de la villa , no era posible la falta de agua, porque en la parte baja se encuentran manantiales a muy poca profundidad y tampoco encontramos posible la defensa de la villa a pesar de sus murallas, no contando el Infante con tropas para oponerse al cercó y todo se ajusta perfectamente a que el asedio se verificó contra el Castillo, cuya fortaleza les ofrecía a los sitiados más facilidad para defenderse y en ella la falta de agua se explica por la reducida extensión de su recinto, casi cubierto de edificios, y por su situación en la parte alta del pueblo”.
            Hasta aquí Manuel Mato. Los comentarios los pondrá el lector, villalbés o no, que sienta afición a los estudios históricos. En cuanto a mi incordiante particular, supongo que, como siempre, cuando me vea pasar por la calle, me gritará: “Error … onde dís digo tes que poñer Diego”. Mi incordiante particular, además de eso es casi poeta.

Carta autógrafa de Isabel II con villalbeses alrededor



Con permiso de historiadores e historicidas, cronistas y croniqueros, gacetilleros y escribidores, libelistas y panfletarios, y sobre todo con la venia del “gran don Ramón de las barbas de chivo”, confieso “córam pópulo” con toda desfachatez que a mí particularmente la denostada figura histórica de la reina Isabel II me agrada sobremanera, me simpatiza en grado superlativo, me cae macanudamente, ché. Y ello por más de una razón. Cosas que pasan como canta Larralde. Será porque uno, a fuerza de años y desengaños, se va volviendo más comprensivo, más tolerante con las propias y ajenas flaquezas, más liberal, digamos en definitiva; liberal al modo en que nos enseña a serlo en su libro “Ensayos Liberales”, don Gregorio Marañón y...

            -Non será por eso, besta brava. Non será por eso –ataca el incordiante, que por aquello de la confianza es muy amigo de “aldraxar”.
            -Bueno, pues no será por eso –como dijo el que no discutía nunca.
Ante mí por flemática desconcertante respuesta, el incordiante se queda patidifuso y yo aprovecho la pintiparada ocasión para reanudar el hilo de mi discurso.
Tampoco Isabel II les era antipática a los lugueses que para honrarla y agradecerle la visita que a Lugo hizo en 1858, entre otras vías públicas (consúltese a Trapero Pardo) abrieron –dedicándosela- la concurrida, céntrica y popularísima calle de la Reina, aunque es seguro que en la actualidad ni un cinco por ciento de los habitantes de Lugo –no hablemos ya de los de la provincia- saben a que reina fue dedicada esa rúa.
            -Si que saben, cernícalo. Si que saben –dice el incordiante, ya repuesto de su trauma-. O que pasa é que os lugueses son unhos pillabás e dese xeito a rúa que foi adicada a doña Isabel II val pra tódalas raíñas de tódolos tempos e de paso pra que non haxa liortas entre “constitucionales” e “absolutistas”, “progresistas” e moderados”, “carlistas” e “liberales” e tal e que sei eu...
            Puede ser. Puede ser que no ande muy descaminado el incordiante; pero de lo que sí estoy segurísimo es de que muy pocos lucenses han visto y leído y mucho menos tenido en sus manos, como yo la he tenido, una carta autógrafa de Su Majestad la reina Isabel II y por ello, en atención a mis lectores de EL PROGRESO, voy a transcribirla acompañando fotocopia por si tiene cabida en el periódico juntamente con este artículo. La carta va dirigida al poeta cordobés Antonio Fernández Grilo y, escrita por Isabel II desde el exilio, dice así.
            “París 26 de febrero de 1882. –Querido amigo Grilo, Te decides a venir? Pues si es así vente, que aquí, a mi lado, publicarás tus versos, y esta casa se pondrá de gala para oír recitar tus lindas poesías.
            La publicación de tu libro será un patrimonio para tu hija, una gloria para la Patria y un orgullo para los amigos que tan bien te queremos. Tú sabes con cuanto cariño envío un abrazo a tu muger; un beso a tu lindísima hija y a ti toda la espresión del cariño y gratitud que de corazón te profesa tu mejor amiga.- Isabel de Borbón”.
            Antes de seguir adelante diré que Isabel II coincide con mi pariente Manuel Mato en escribir “muger” y “espresión”, por lo que supongo que tales grafías eran de uso común en el siglo XIX. Disculpado queda Mato Vizoso por lo que yo consideraba faltas de ortografía sólo achacables a él.
Y ahora, para conocimiento de pasados y futuros bachilleres, aclararé que para saber algo del poeta Fernández Grilo, tan amigo de la reina Isabel II y que tiene una calle dedicada en Madrid, tuve que recurrir al Espasa, no hubo otra solución. Y el Espasa dice lo siguiente, entre otras muchas cosas referentes a él:
            “Doña Isabel II le estimó y favoreció mucho, editando a sus expensas sus mejores producciones, que vieron la luz con el título de IDEALES (París, 1884), en un lujoso volumen en que aparece un retrato del autor y se reproduce una íntima y afectuosa carta autógrafa de la misma soberana, invitándole a pasar una temporada a su lado en la capital de Francia. Igual protección le dispensaron Alfonso XII y los suyos, que repetían de memoria algunas composiciones del inspirado vate cordobés”.
            También por el Espasa he sabido que Fernández Grilo publicó sus primeros versos en Córdoba en 1869, protegido por el conde de Torres-Cabrera y que en 1897 obtuvo la flor natural en los Juegos Florales del Ateneo de Cádiz, siendo elegido académico de número de la Española en 1906,pero murió el día 9 de Julio ese mismo año –había nacido en 1845)- antes de haber tomado posesión de su cargo.
 De Fernández Grilo se dice además que estaba dotado “de natural ingenio y amenidad de trato, era admirable recitando y esta facultad le abrió las puertas de salones aristocráticos y hasta las del Alcázar Real”.
            Autor del EL SIGLO XX, EL DOS DE MAYO, EL INVIERNO, POESIAS, IDEALES, LAS ERMITAS, LA CHIMENEA CAMPESINA, LA NOCHEBUENA, EL ADIOS AL CONVENTO, fue además asiduo colaborador de periódicos y revista de Madrid, Barcelona, etc. entre los que puedo citar EL CONTEMPORANEO, LA LIBERTAD, EL TIEMPO, EL DEBATE EL ARCO IRIS y ... ¡señores!...LA IDEA MODERNA, de Lugo, que en su primera página del número 2.311, año IX del periódico, correspondiente al domingo 31 de julio de 1898, después de un artículo firmado por Joaquín Núñez de Couto, dirigido al gobernador civil de Lugo, José Salgado, para ensalzar la figura y la obra de Manuel Mato Vizoso, inserta la siguiente composición poética de Antonio Fernández Grilo:

 

LAS AZUCENAS


Esmaltan en el tiempo de mi santo 

las primera verbenas,

y tú, que sabes que te quiero tanto,

Buscas las azucenas.

De su perfume el virginal tesoro,

en limpio cáliz breve,
 
guardan entre los pétalos el oro

y el ampo de la nieve

desde que en tu balcón sueñan amores,

desde que tú las riegas;
 
desde que las prefieres a otras flores

y a cuidarlas te entregas,

antes que alegre en tu balcón sonría
 
el alba, entre sonrojos,

ya están sobre esas flores, alma mía,

mis desvelados ojos;

y en mi insomnio febril, en mi deseo,

en dichas como en penas,

 todo a mi alrededor, todo lo veo

vestido de azucenas.

            Antonio F. Grilo

            Lírico, sentimental, romántico, dulce Fernández Grilo. Por algo Isabel II te quería. Algo había en ti para que reyes te apreciasen y poetas como Zorrilla y políticos como Castelar oyeran, complacidos, tus excelentes recitales.
Debo terminar porque el espacio se impone; pero diré que la carta de Isabel II llegó a mi poder gracias a doña Lucinda Silveiro, hija de José Silveiro Esquiroz, que a su vez era hijo de aquel Pascual Silveiro Gayoso, carlista villalbés del que ya hablé en otro trabajo, que fue a morir a Estella por servir a D. Carlos VII. Fue en casa de José Silveiro Esquiroz, donde, por causas que se ignoran, quedó la carta que Isabel II dirigió a Fernández Grilo y que, sin duda, es la misma que se reproduce en el libro del poeta –IDEALES- que la citada reina costeó en París. También José Silveiro era amigo de Fernández Grilo y el poeta -¡pobres poetas!- vivía de los amigos.

O incordiante e mailo cronista discuten ó lor do cine sonoro en Vilalba



            Fai dous anos, o mesmo día en que saléu no PROGRESO o meu artigo “Del siglo XX al futuro” iba eu pola rúa de Valeriano Valdesuso, mesmo ó pé do castelo, cismando non sei en qué cando oín que me berraban: “Erro... Erro...artista...Erro...! Non puido ser en mil novecentos vintetrés”.
Reviréi a cabeza e vin que viña alacañando cara a min un dos meus incordiantes particulares, o meu curmán Santiago, que pra máis levarme a contraria, aunque por outra banda levámonos moi ben e querémonos moito, apelídase Mato García.
            -¿Qué erro nin farrapos de gaita? –lle dixen-. Ti vés tépedo ou estás tolo. ¿De qué  demontres me falas?
            -Erro, home, erro –contestóu-. Non te alporices. No ano 1923 ainda non chegara o cine sonoro a España, de xeito que tampouco puido chegar a Villalba.
            -Pro...¿quén dixo tal cousa? Sei que me queres rular.
            -Ti, home, ti. Dícelo hoxe no PROGRESO.
            -Ai, hom...Xa sei de que me falas. Aínda non lin o PROGRESO, pro supoño que en troques do ano 1932., COMO TI DÍS. E claro... Sonche cousas do trasno da redaución que hai en tódolos xornás. Cousas que pasan, Xa ves, para que os incordiantes poidades darlle á palleta.
            -Pois claro –dixo meu curmán-. Porque o cine sonoro en Villalba, si mal non recordo, empezóu cando botaron no Teatro Villalbés a película “Honduras de infierno”. E has de saber que eu, xa vira no ano 1930, en Vigo, “Los pecados de los padres”, no cine Tamberlit, que era o que poñia cine sonoro, pois no “García Barbón” ainda poñían cine mudo e tocaba a orquesta nos entreautos ou descansos, para que non se aburrira o púbrico. Era polo mes de maio.
            -¿E cómo se escribe eso de Tamberlit?       
            -Home, eu coido que con te ó final.
-Poñámolo logo con te; pro teño que decirche que neso de “Honduras de infierno” andas abondo trabucado, pois diréiche –onde hai letras calan barbas- que o xornal “Faro Villalbés”, no seu número 2 do 12 de febrero do ano 1932, daba a noticia seguiente: “Cine-sonoro.- Con rotundo éxito se ha estrenado por primera vez en el Teatro Villalbés de esta villa, una función de cine sonoro, poniéndose en la pantalla el día 26 la hermosa película en ocho partes titulada “La Jaula de los Leones”.
            -Non sei...Non sei...Non imos discutir máis ó lor deso Terá logo razón o “Faro Villalbés”. Pro convén que desfagas o erro, pra que non se diga, pois ti aínda non es dos que mete moito a pata.
            Cando cheguéi de volta á casa, collín o PROGRESO e vin que meu curmán tiña razón. En troques de 1932 poñía 1923. Busquéi o orixinal escrito por min e comprobéi que o erro non era meu sinón do trasno da redaución. E como compre desfacelo erro –val máis tarde que nunca- fica desfeito nesta xeira.