Esta
ciudad que duerme, arrullada en sus noches por la extraña cadencia rumorosa que
sube del Miño, arropándose en la sábana grande y ondulada de pétreas y
ciclópeas murallas romanas, fue LUCUS AUGUSTI. Un estudio histórico
arqueológico de nuestra capital de provincia nos obligaría, casi, a concederle ese
título como el de mayor esplendor conseguido a lo largo de su tan dilatada como
asendereada existencia; pero Lugo ha tenido, posee y podrá ostentar siempre una
gloria mayor que la que podría darle el haber sido convento jurídico bajo la
época de Augusto: Lugo es la
Ciudad del Sacramento. Lugo es la primogénita de Cristo. No
sé desde cuándo, pero sí que hasta el Fin.
Los primogénitos recibían la
bendición de su padre antes que éste muriese; bendición que determinaba el
disfrute de ciertas ventajas que los distinguían del resto de los hijos. El
Padre Pascasio de Seguin en su “Historia de Galicia” Pág. 55. (Tomo II)
escribe: “Otra excelente preeminencia gozaban los primogénitos, y consistía en
adornarse con una singular vestidura más preciosa que la de sus hermanos. ¿Y
qué otra cosa es para Galicia el Sacramento que tiene incesantemente día y
noche manifiesto en su Catedral antiquísima de Lugo, que un soberano sol que
con sus vistosos rayos le adorna como vestido el más precioso, distinto del que
usan las demás naciones?
Lo primero, porque Galicia le tiene
patente desde tiempo cuyo principio se ignora y sólo se sabe de cierto ser
antiquísimo y en una Catedral fundada por el primer apóstol de las gentes
Santiago”.
Si primogénita de Cristo llama el P.
Seguin a Galicia por este sin par privilegio de que goza Lugo, ¿cuánto más no
hemos de reconocerle a esta ciudad el derecho de primogenitura sobre todas las
ciudades y regiones de España, incluida la propia Galicia?
Es de suponer que Lugo gozase de
otras notables concesiones de las cuales no se tiene noticia. Así, en su
monografía “La Catedral
de Lugo” nos dice J. Vega Blanco (I. Página 2): “... pues está probado que así
como la ciudad lucense tuvo en remotas épocas preponderancia y gran
significación, su iglesia gozó de prerrogativas y privilegios, algunos de los
cuales subsisten, destacándose en primer término la constante exposición del
Sacramento, privilegio tan singular y excepcional de que no disfruta ningún
otro templo de España, a no ser el de San Isidoro de León, pero no con la misma
solemnidad”.
Faltan datos. El mismo autor citado
anteriormente manifiesta:”Débese en parte la falta indicada al saqueo y robo de
documentos en los archivos de la ciudad y sus iglesias, asegurándose (1) que en
la Universidad
de Oxford existían legajos relativos a la historia de Lugo, de los cuales se
apoderaron los ingleses que vinieron en auxilio de D. Pedro I, durante el sitio
que Ruiz de Castro sostuvo en esta ciudad contra el conde de Trastámara”.
Ocúrreseme preguntarme qué otro
privilegio mayor y más excelso podría disfrutar la ciudad de Lugo que el de
tener constantemente expuesto a Jesús Sacramentado. Ninguna otra prerrogativa,
creo, podría hacer de Lugo lo que es: la primogénita de Cristo.
Fuera fundada la Catedral lucense por
Santiago Apóstol – como afirma Seguin – o construida por Baldario en los
tiempos de San Fructuoso-.supuesto de Murguía-, lo cierto es que podemos decir
con Tomás de Kempis (Lib. IV. Cap. 1): “Más aquí, en el Sacramento del Altar,
estás todo presente, Jesús mío, Dios y hombre;... “Y aquí está Cristo, cuerpo y
sangre, perennemente expuesto y constantemente adorado, desde los más remotos
tiempos, y en esto consiste la bendición de Jesús que hizo primogénita a Lugo
queriendo fuese nuestra ciudad la sin par privilegiada con su eterna presencia
y exposición.
Esta es Lugo, la ciudad que vela y
reza día y noche ante el Santísimo. Esta es la Ciudad del Sacramento; la
primogénita de Cristo. Por aquí han pasado los celtas, los romanos, los suevos,
los árabes. Innumerables razas pasaron construyendo y destruyendo. Pasaron y
desaparecieron. Sólo Cristo, en su Altar, continúa bendiciendo complacido al
pueblo que le reza y le vela, porque El lo quiso así, veinticuatro horas cada
día. Esta es Lugo, la vieja ciudad, cuyos habitantes esperan, celebrando cada
año –desde 1669- la festividad del gran misterio eucarístico, al lado de
Cristo, la hora del Fin.
(1)
Breve reseña histórico descriptiva de la Catedral de Lugo –Teijeiro- Lugo 1887.