Allá
por octubre del año 1953 –el día 11, para ser más preciso-, Antonio Cillero
dedicaba a mi pueblo un artículo, hecho público en este mismo periódico, que
tituló así: “Villalba bajo su Pravia” Entre otras cosas decía su autor lo
siguiente: “No sé si Villalba viene de “villa-alba”porque se me ha ocurrido
ahora –nada extraordinario- pero no lo había oído nunca”, yo tampoco, sin
embargo ayudado por mis exiguos aunque
para el caso suficientes conocimientos del Latín, lo había deducido. Al
presente quiero dejar sentado, probándolo, el origen etimológico del nombre de
mi villa: de “mi bella durmiente del altozano” escribí, un día a un amigo.
Villalba – el nombre- es una palabra
compuesta de las latinas “villa, ae” –sustantivo- y “albus, a, um” –adjetivo-.
Sus respectivas significaciones; caserío y blanco, cándido. En este sentido las
emplea un clásico latino, autoridad de gran talla: Cicerón. Villalba significa,
pues, Villa-blanca, No hay lugar a dudas y así lo afirmo rotundamente,
advirtiendo, al totalmente profano en estas materias, que ha de tenerse en
cuenta, necesariamente, el proceso de formación de la lengua castellana nacida
de la corrupción del latín vulgar –aquí cabe decir por corrupción de lo ya
corrupto: paradójico, pero real-. Se prueba esto incontrovertiblemente con las
5400 voces, poco más o menos, de origen netamente latino que podemos encontrar
en castellano; infinidad de ellas apenas modificadas. De aquí se deduce que el
latín es el elemento básico de nuestra lengua, puesto que de otros idiomas que
hayan incrustado vocablos en el nuestro es el vascuence el que más palabras
aportó y solo llegan a 1.500; según tengo entendido. A nadie puede extrañar, en
consecuencia, la rotundidad de mi afirmación; ni al más lego en cuestiones
lingüísticas.
Me asalta ahora la duda –y bien
puede acontecer- de que alguno ponga en tela de juicio cuanto asevero por ser
yo, literato aficionado, escasa autoridad en la materia que me ocupa.
Recurriré, por lo tanto, a otra, indiscutible en cuanto concierne al pasado
histórico villalbés: la de Manuel Mato Vizoso. Y ello con gusto y sin sonrojo,
pues tal es mi costumbre. El citado autor dejó escrito (1) lo que sigue: “La
noticia más antigua que tenemos de Villalba (debida a la amabilidad del señor
Andrés Martínez Salazar, de la
Coruña ), es la mención de un notario de “Uila Alua” llamado
Pedro Novo, que consta en documento original, del año de 1.280, de la colección
de documentos gallegos de dicho eminente escritor.
En el capítulo X de la crónica del
Rey Fernando IV se hace referencia a un riguroso sitio que sufrió el Infante
don Felipe, tío del Rey, en Villalba, “una puebla que es en Galicia” muy a los
fines de siglo XII o principios del XIV”. Lo que sigue no es de este lugar.
Queda, pues, demostrado que ya en
1280 se denomina a nuestra villa con el nombre actual (2), teniendo en cuenta
que la “u” de “Uila” y de “Alua” ha de leerse “v”, por tener ese valor. Así
podemos comprobarlo en escritos de estas fechas y aún muy posteriores; por
ejemplo en “La Celestina ”,
cuya primera edición conocida se imprimió en 1499, y, si no puede observarse en
el “Cantar de Mío Cid” ello es debido, sin duda, a que Pero Abad al copiar en
1307, el original escrito en 1140 haría ciertas correcciones que creyó
necesarias sin considerar que privaba a la posteridad de algo fundamental para
un estudio completo, e interesantísimo, de los orígenes del castellano. No
conociéndose en la actualidad la verdadera pronunciación del latín es de
suponer que el vulgo –los españoles o los mismos latinos- pronunciasen y
escribiesen la “v” como “u” y así pasó a nuestra lengua, en la cual perduró
durante siglos mientras se verificaba el proceso de evolutiva formación que
condujo al castellano actual. Escritura curiosísima, de muy parecido tipo, aun
puede verse en libros editados en los años 1723 y 1733, de cuyas fechas yo
poseo dos.
Aunque harina del mismo costal, en
atención a que el espacio, por defecto, se impone, es necesario que escriba
otro artículo para agotar el tema que hoy he traído a estas columnas. Y se
titulará…
(1)
Jurisdicciones y cotos
antiguos del partido de Villalba. Trabajo publicado en “La aldea Moderna”.
(Lugo, 22 de Abril de 1904).
(2)
Véase mi trabajo “Santa María de Montenegro”,
publicado en este periódico el 30 de agosto de 1953, donde se trata del antiguo
nombre de Villalba.