Esta es Mondoñedo; una vieja e histórica ciudad. Aquí están María
Paula –la campana- y “la mariscala” –la cadena-. ¿No recordáis a “la
mariscala”? Pensad en Pardo de Cela aherrojado. Esta es, también, la ciudad de
Pascual Veiga, el músico; de Leiras Pulpeiro y Noriega. Han muerto todos.
Pascual Veiga- músico “inmorredeiro” –creó lo mejor de lo mejor que en música
pudo dar Galicia: la “Alborada”. Llanto, risa, rezo, sollozo, canción. Esto encierra
la “Alborada” de Veiga. Música del marchar y volver; música de la partida y el
regreso; notas del amor roto y el amor logrado; luz y sombra; contraste; así canta Galicia: Día y noche; alegría y
dolor; esperanza y desesperación melancólica. Un soplo de Dios inspiró al
músico mindoniense para crear la pieza suprema. Ninguno mejor, antes. Ninguno
superior, después. Porque supo expresar la canción de la piedra labrada, el
lloro del río, el canto del árbol; el dolor de las madres que quedan: la
esperanza de los hijos que parten; el gemido del mar; la voz de la brisa; la
alegría del triunfo y el amargor de la derrota.
Leiras Pulpeiro. Este fue
cantor de mar. Leed lo que dijo Noriega refiriéndose a él:
El gustaba d´a Mariña:
o seu Númen soberano
via “as cabezas erguidas
d´os nove pinos d´o
Castro”
y-encaraba, destemido,
os vagallós d´o mar bravo
Y Noriega –el humilde- dice de sí mismo:
“A miña musa prestoulle
unha Fadiña o refaixo,
y-anduvo po-los carreiros
d´os montes coloreando…”
Y éste fue el cantor de la montaña.
Ahora tenemos a Cunqueiro, ese estilista de la prosa. Y a Lence-Santar
Guitián, ese veterano de la
Letras. Quiero decir que aquí se escribe, y se escribió, y se
escribirá; pero no se editaba, desde hace mucho tiempo, publicación alguna.
Dormidos, la campana no lograba arrancarnos de nuestro letargo. Habíamos
olvidado que Mondoñedo fue la segunda ciudad de la región que pudo contar con
imprenta; como la segunda en tener luz eléctrica. Dormidos, por ahí afuera tenían
que pensar que la cadena sujetaba, inmovilizándolas, nuestras plumas, nuestras
mentes, nuestras editoriales. Sólo Álvaro, y Lence, escribiendo –campeones
solitarios- para revistas y periódicos extraños a nosotros. Mondoñedo no
publicaba nada. Ni un folleto. Silencio. Silencio literario puertas adentro de
la ciudad. Dormíamos un sueño de plomo.
Era ciertamente extraño.
Por lo menos conozco yo cinco publicaciones periódicas que vieron la luz en
nuestra ciudad: “Acción Social”, “La
Defensa ”, “Justicia”, “Mondoñedo” y “De todo un poco”. No voy
a juzgar el mérito o calidad literaria que tales publicaciones pudieran tener.
Esto aparte, la verdad era que se escribía y…, no sé por qué se dejó de
escribir. Ahora renacemos, resurgimos, revivimos, reaparecemos en la palestra
literaria con nuevo ímpetu, con renovada fe. ¡Plaza a Mondoñedo!
Os extrañará un tanto que yo, nacido villalbés, escriba como si fuera
natural de Mondoñedo. Os diré el motivo: amo a esta ciudad, la quiero: por eso
escribo como si fuera un mindoniense más y hago mío, para la ciudad del Masma,
aquello que Noriega dijo de la montaña, su gran amor:
“e si é verdá que hay más terra
dudo que sexa millor.”