Posiblemente
–los coruñeses- cuando lean estas líneas se preguntarán quien soy yo. No es
extraño. Otro tanto sucederá –estoy seguro- si les hablan de Francisco
Tettamancy Gastón. Se preguntarán quien
es él, aún existiendo sobradas razones para que nadie, en La Coruña , ignore la persona y
la obra de este escritor tan grande por su humildad como por su amor a Galicia,
en especial a su ciudad; a su querida ciudad de cristal. Pues bien: yo soy uno
que escribe mejor o peor, aunque eso no importa. Ahora se trata de Tettamancy,
el olvidado. Uno que escribió. Aquel que os legó –y nos legó- entre otras
muchas obras, “Historia Comercial de la Coruña ”, “O castro de Cañás”. “La revolución
Gallega de 1846” ,
“Batallón Literario de Santiago”, “Víctor Said Armesto”, “La Torre de Hércules”. Obras
que le han hecho acreedor a vuestro recuerdo y agradecimiento. Pero le habéis
olvidado. Fuera de los círculos literario-periodísticos - presumo – nadie sabe quién fue, o que hizo
Tettamancy Gastón. Es lamentable.
Tengo una deuda que pagar a
Tettamancy. Una deuda de recuerdos. No por los que él me haya dedicado a mí
–imposible lo hiciese por razones cronológicas- sino porque, un día, tuvo la
gentileza de escribir algo acerca de mi pueblo. Villalba, “mi bella durmiente
del altozano”. Una vez, al escribir, así la definí.
El –Tettamancy- era un curioso investigador y no son escasos sus
trabajos históricos que nos hablan de la tierra gallega; de la tierra y de los
hombres y de los monumentos que sobre la espalda de nuestra tierra se alzan.
Entre ellos –quizás no la conocéis- se encuentra una monografía titulada “El
Castillo de Villalba”. Es un pedazo de historia de mi villa. Fue publicada, por
primera vez, en el número 4 de la revista “Arte Español”, de Madrid, que salió
a la luz corriendo el mes de noviembre de aquel año 1912. En 1913 aparece, de
nuevo, editada por la “Imprenta y Fotograbado de Ferrer” de La Coruña , con el título “Torre
del Homenaje del Castillo de Villalba”, apenas con ligeras variaciones. Es
notable. Poseo un ejemplar de esta edición y otro de la revista mencionada,
Cayeron en mis manos por casualidad. Aquel día me dije: “Yo he de pagar esta
deuda a Tettamancy. El dedicó tiempo y trabajo a mi villa. Yo le dedicaré –por
mi parte- trabajo y tiempo a él”. Luego indagué, busqué y pude hacerme con
“Víctor Said Armesto” y “O Castro de Cañás”. No es mucho, pero si lo suficiente
para comprender con que profundo y viejo amor amaba a esta buena tierra
gallega. No es mucho, pero si lo bastante para conocer con que ímpetu y energía
y pasión e ilusión escribía sobre temas históricos, con objeto de que España y
el mundo supieran de Galicia. Y le habéis olvidado.
Es ciertamente notable y
notoriamente extraño. Galicia no da valor a sus valores. Desconozco las
razones: pero es así, Y, sin embargo, tenemos los suficientes, en calidad y en
cantidad, para situarnos a la par, por no decir a la cabeza, del resto de las
regiones españolas. Virtud o defecto, el hecho es que somos extraordinariamente
humildes, o tímidos no sé. De estos era Tettamancy Gastón. Muchos existieron
como él. Yo creo que ha sonado la hora de decir:”Galicia tuvo artistas, los
tiene, los tendrá. ¡Plaza! Estos son nuestros valores, es decir, nuestros
poderes”. Pero tenemos que empezar por conocer, nosotros mismos, a hombres como
Tettamancy, el olvidado. Hombres que nos han legado historia y obra y ejemplo.
Gentes que han ganado, para nosotros, baluartes que son avanzadilla desde la
cual podemos, con más facilidad, intentar el difícil asalto a las cumbres altivas del Arte, es decir, de la gloria. No
está de más, con todo, que de vez en vez dediquemos un recuerdo apasionado a
aquellos que nos precedieron en la ruta penosa que conduce al logro del “viejo
laurel verde”, como dijo Rubén. Por ello he querido dedicar a Tettamancy mi
recuerdo, el cual no es otra cosa que el pago de una deuda.