Sucede raramente que un verdadero artista nos visite para crear, hacer
obra entre nosotros. Así fue que me sorprendió la grata noticia de que Fermín
González Prieto había llegado aquí con el objeto de pintar, precisamente
motivos villalbeses. De la misma manera que en Madrid se olvida a las
provincias –en casi todos los órdenes- también en provincias, la mayoría
ignoramos a la capital de la nación. González Prieto tiene su estudio en
Madrid. Por eso habré de presentároslo. Me refiero, claro a los que no siguen
de cerca el hacer de los artistas que viven y trabajan en Madrid.
González Prieto es un
fenomenal paisajista formado, como tal, en la Escuela Superior
de Bellas Artes de San Alejandro, en La Habana. A los 17 años era ya profesor de pintura
en el Centro Gallego de dicha ciudad. Sociedad que le pensionó para ampliar
estudios en Europa. Recientemente expuso en la II Bienal celebrada en
la hermosa capital antillana siendo el único artista cuyos cuadros fueron
adquiridos en su totalidad. Es de notar que a la misma concurrieron con su
mejores obras cientos de pintores. Creo que esto es suficiente para que
cualquiera se forme una idea de la calidad de este pintor. Su pintura puede
situarse en la línea que siguen los impresionistas franceses si bien, a mi
entender, su arte –sus paisajes- se apartan de toda escuela para convertirse en
algo íntimo personal, único. Haciendo arte nuevo- ese es su mérito- pinta cosas
tan viejas como el mundo, tan hermosas como la naturaleza, porque –habéis de
saberlo- González Prieto es todo corazón, corazón que vuelca totalmente en sus
obras hasta lograr cuadros de inigualables mérito y belleza. Cuadros vivos,
fragantes poderosos, donde hasta las piedras parecen alentar. Como hombre,
-¿Qué os diré?- todo él respira ancha y cordial humanidad. Tanto es así que se
negó rotundamente a hablarme de recompensas obtenidas y a hacer crítica de
otros pintores. Lo increíble.
Por dos motivos poderosos he querido hablaros de González Prieto. Uno
por el hecho de que, aunque nacido vivariense, puede decirse que ha nacido a la
pintura en Villalba, mi pueblo. Otro, por esa circunstancia de haber encontrado
mi villa, por fin, pincel que la inmortalice. Y creedme no exagero al
expresarme así.
Entre los cuadros que
González Prieto pintó aquí, cuatro han llamado poderosamente mi atención:
“Paisaje de Villalba”, “Pinos de Guntín”, “En Mourence”, “Fonte Vilar”. Serán
expuestos en el salón “Dardo”, de Madrid. Creo sinceramente que en especial los
primeros que cito, aumentarán el prestigio de su autor. En el “Paisaje de
Villalba” ha pintado algo más que paisaje. Ha pintado historia. Paisaje e
historia que trasladados al lienzo cobran lozanía, vitalidad, armonía. Y a todo
ello, unidos la exacta coloración –sinfonía de luces, sombras, reflejos-; el
inconcebible aprisionamiento del celaje: el motivo en sí, una maravilla: en
primer término la ermita de la
Magdalena , el molino añoso y la huerta y el prado. Y allá
arriba el pueblo –triángulo de casas- alrededor del castillo y de la iglesia.
“Pinos de Guntín” es un cuadro impresionante por su maravillosa sencillez.
Imposible pintar mejor. Os roba la mirada y sentís no poder estar toda la vida
contemplándolo. Os haría una descripción emocionada de no faltarme tiempo y
espacio. Pero esperemos que Luis Trabazo –ese buen crítico- lo haga, desde
Madrid, para nosotros. En tanto digamos adiós al pintor, rogándole que quiera
volver a visitar esta villa que, por fin, encontró pincel digno de sus
paisajes.