Ignoro
en cual estrella
de que constelación
de que galaxia
estarás tú ahora, recordándome
madre,
y no sé si lo sabes
que cuando el sol se marcha
al caer de la tarde
y veo pasar a la muchacha
que se parece a ti
yo regreso a ser niño
y la persigo
gritando: ¡Madre, madre!...
Pero la muchacha no me oye
-quizás es sorda o mi grito
mudo-
y sigue indiferente, sigue
andando,
sin volverse a mirarme.
Entonces...
regreso de aquel tiempo
de la infancia
vuelvo a ser lo que soy, el
hombre solo,
el huérfano y así
-vieja otra vez mi sangre-
un niño muere en mí
todas las tardes.
¡Qué pena me da, madre,
cuando todos los días
a la hora exacta en que el sol
se marcha
pasa aquella muchacha por la
calle
y yo le grito creyendo que
eres tú
pero ella sigue andando
sin mirarme
porque quizás es sorda o mi
grito mudo
y no puede escucharme!
¡Qué pena siento, madre,
por no saber siquiera
en que estrella estás tú
para poder decirte,
preguntarte
si sabes
que una muchacha se parece a
ti
y un niño muere en mí
todas las tardes!