Cuando se publique este trabajo,
hará unos días que “ABC”, de paso, al comentar la concesión del Premio Nobel a
Camus, hablaba del derrumbamiento literario de Francisca Sagán como de un hecho
indiscutible. No estoy muy seguro de que, por el momento, pueda creerse en la
certeza absoluta de tan rotunda aseveración, evidentemente desmentida por esos
doscientos cincuenta mil ejemplares de “Dans un mois, dans un an”, el tercer
proyectil de Francois, “commandés d´avance”, por otros tantos miles de lectores
impacientes que sueñan con devorar ávidamente la nueva novela de la joven
francesa. Novela que, ciertamente, posee la misma piel de “Bonjour tristesse” y
–es natural en la Sagan-,
nos introduce en el mismo asqueroso mundo que nos fue presentando en “Buenos
días, tristeza”.
No califico a los varones de tal
mundo, porque para ellos hay un adjetivo castellano apropiadísimo que mis
lectores aplicarán por su cuenta. Y aquí regreso a mi asunto: pero haciendo
antes constar que escribo con conocimiento de causa, basándome en el reportaje
“Le petit monde de Francoise Sagan”, publicado en el número ciento cuarenta y
ocho de la revista “Jours de France”, y en que “Buenos días, tristeza”, en
francés –la encargué directamente a París- reposa su sexualismo cansado sobre
mi mesa de trabajo. A “Dans un mois, dans un an”, renuncio.Conozco el argumento
de ce a pe. “Una cierta sonrisa me es desconocida. Y no me importa. Ya sé
bastante de la pequeña Francisca.
Que una joven procaz escriba
alrededor, y dentro, de motivos pornográficos más o menos disimuladamente
expuestos, no es interesante, ni nuevo, ni incluso vituperable en demasía.
Cualquiera puede pecar o descarriarse. Que las indecencias que uno –joven o
anciano- escriba, lleguen a causar sensación de orden multitudinario, elevando
al autor a la categoría de ídolo, sí es un suceso inquietante, porque revela la
presencia en el medio ambiente cultural, ético, estético, intelectual, de un
virus mortífero al que es preciso combatir a toda costa, si es que no nos
resignamos de antemano a permitir que una cultura, una ciencia, una moral, un
arte, una civilización, ganadas a fuerza de miles de años de dolor y trabajo,
sean fusiladas por la espalda y a traición por cuatro covachuelistas
impúdicos.Aquí debo afirmar mi creencia de que el gótico y el románico, por
ejemplo, son algo digno de ser conservado y defendido a ultranza, hasta llegar
al heroísmo en su defensa; pero su desaparición total podría ser subsanada
siempre que asegurásemos la supervivencia del espíritu que los hizo posibles.
No si, por el contrario, renunciando a valores verdaderos, ponemos nuestra
esperanza y nuestra fe en fetiches del tipo Sagán, del tipo Dean, del tipo
Presley o de cualquier otro tipejo por el estilo al que este siglo de cretinos
confiere cualidades de dios. Dioses falsos, es cierto, nuevos mitos, pero que
hacen perder cuerpos y almas. Porque ¡atención! “Le mythe Sagan n´est pas un vain mot decidiment”,
asegura Jours de France”. Y el mito Dean tampoco es
una palabra vana. Ni el mito Presley lo es. Su influencia en la masa es
notable.
Y los iconoclastas que salen de las
cloacas de ese mundo sucio, son seres de carne y hueso que presionan sobre los
demás. Y se les imita. Hay que reconocer que la podredumbre es transmisible y
su contacto peligroso. ¡Cuidado! Alguien combate al espíritu del cristianismo.
Fuerzas sombrías atacan, osadamente, a los valores ideales intangibles. Y el
fracaso de una obra –supongamos que vender 250.000 ejemplares, de antemano es
un fracaso- no significa la derrota de una propaganda bien organizada. El mito
es susceptible de explotación con fines muy distintos a lo que en sí significa
la venta completa de una gran tirada de tal o cual producción literaria. Por lo
menos yo no soy tan optimista como “ABC”. Y, como siempre, a las pruebas me
remito.
Todas las novelas modernas que han
pasado últimamente por mis manos, huelen a alcantarilla: pestilencialmente. En
ellas se es macho o hembra, es decir, bestia.Raramente se es hombre o mujer, es
decir, persona aproximadamente completa. Jamás se es ángel. ¿Por qué? ¿Acaso
somos todos gusanos hijos del albañal? No lo creo. Pero algo me hace comprender
que las aguas cenagosas pueden salirse de madre y alcanzarme en su
desbordamiento. Y tiemblo al imaginarme ahogado en excrementos. Por eso pienso
que es obligatorio el presentar batalla a la Sagan y compañía. Batalla sin cuartel. Con sus
mismas armas. Escribiendo. Para demostrarles que hay más mundo que su “petit
monde” de mentalidad degenerada. Para decirles que un siglo que escribió “La Hora 25” y “Kaput”, enormes
tragedias de la humanidad en guerra, no tiene derecho a publicar indecencias
como “Dans un mois dans un an”.
Hay cosas mucho más importantes que
hacer. Cosas limpias. Cosas que incluso Francisca Sagan, haría si pensase, por
un momento, en ciertos dolores nacionales. En el dolor de Hungría, pondré por
caso. Creo sinceramente que olvidaría para siempre su novelesco mundo de
mujeres perdidas, “Ballotées d´un amant a un autre”, que dice “Jours de
France”. Porque hay más mujeres que esas. Y otros hombres a los que François no
conoce. Y hay Dios.