Va por mi sangre lentamente
andando
arrastrando los pies y en
zapatillas
el otro yo tan viejo compañero
en busca del bastón que nunca
tuvo
para ponerlo en mis manos
fatigadas
y que sostenga el cansancio de
los dos.
Amigo –le hablo- compañero
antiguo
que fuiste siempre por mi
sangre adentro
ingenuamente cantando
esperanzado
es hora ya de que veas la
mentira
y reconozcas que lo que
persigues
ingenuamente ingenuo desde
siempre
es un espejo roto ante otro
espejo
la sombra de una sombra que no
fue.
Amor, fe y esperanza son
palabras
con que nos duermen los
profetas falsos.
La vida, viejo, es sólo un tango
apache
bailado entre las sombras
prostitutas.
Sólo la muerte es cierta,
compañero.
Este ataúd que soy de carne y
hueso
ha llegado al confín de la
falsía
de las bípedas bestias
engañosas.
Mejor será que lo olvidemos
todo,
otro yo amigo, las locas ilusiones
en las que ciegos creímos
hasta hoy
y nos tendamos a morir
desnudos
-como cuando salimos de aquel
vientre-
sobre la tierra anciana de los
versos
con que hago tu poema de esta
noche.
Vamos, amigo, a morir en
compañía
de aquella luna que soñamos
juntos.