ESTE trabajo hace ya
días que debería haber visto la luz, pero da la casualidad de que su autor, muy
aficionado a escribir, según está demostrado, no vive de la literatura, por
suerte o por desgracia, y además ha de tener presente lo de “tripas llevan
pies” y lo de “tripas llevan corazón”, verdades bien conocidas por Don Quijote,
Sancho y algunos más que aún andamos por ahí. Esas son las causas del retraso
con que aparece esta serie de anécdotas villalbesas, de todo punto verídicas y
que el autor conoce de primera mano tan fijo como hay sol.
El
autor titula este trabajo “Cousas da xente miña” debido a que son sucesos
ocurridos en Villalba, tierra de tipos originalísimos, como se podrá ver, o
mejor dicho deducir leyendo lo que sigue. El autor, eso sí, sustituye los
nombres de los protagonistas aunque nada de lo que va a decir es cosa que merezca
repulsa por parte de nadie ni que moleste a los autores de los hechos, algunos
de los cuales –Dios les dé salud- aún viven y sonreirán al leer esto.
“Val
mais” es el título que pongo a la primera de las anécdotas, que ocurrió así:
Tenía Roque una “tasca” y llegó el momento en que decidió traspasarla. El
hombre no estaba muy versado en cálculos aritméticos y fue a consultar el
asunto con un amigo suyo, hombre de edad y socarrón como todo buen gallego.
“Vou a traspasar o negocio, Pedro, -le dijo-. Penso pedir quince mil leandras.
¿Qué che parece?. Val mais - respondió Pedro mientras continuaba su trabajo-.
¿Cómo que val mais, home? Val mais –volvió a decir el consultado-.Non pode ser,
Pedro, non pode ser.Non val tantos cartos. ¿Cómo dis eso? Sí home –replico el
socarrón- Val mais... calar. O teu negocio non val nin quince mil patacós”.
“A morte dos cochos” es algo increíble, tanto
que el propio autor duda de sí sería cierto.
Xan
criaba cerdos, para consumo propio, y los mataba como es natural y necesario,
pero nunca llamaba “axudadores”. Los amigos llegaron a extrañarse tanto que
uno, un día, le preguntó. ¿E ti como fás, Xán, pra matar os cochos sempre sin
chamar “axudadores”? Hai que discurrir. E moi
fácil. Agardo a que os probes animás esteñan durmindo, tírome enrriba
deles e matoos a traición. Asi tamén sofren menos.
“Nin
intemperie” corresponde también a Xán. El había estado en la guerra y en cierta
ocasión, relatando uno de sus amigos un “cuento de soldados” terminó diciendo:
“Fixate como estaríamos que tiñamos que dormir a intemperie”. Iso non é nada,
home –replicó Xán-. Peor éramos nós, que nin intemperie tiñabámos”.
A
uno, llamado Antón, le pertenece la anécdota que yo título “O puro habano”.
Antón no fuma puros frecuentemente, porque son caros. Un día le encontró un
amigo fumando uno de regular tamaño y que “fumeaba” bien y, sorprendido, le
dijo: “Vaya habano que estás fumando, ¿eh Antón? Si home - respondió Antón muy
serio-. E un puro habano deses canarios feitos na Guinea.
“Ave,
Cesar” tiene un sentido misterioso que aún no he logrado desentrañar. Era José
un industrial amicisimo del autor de este trabajo. Tenía un establecimiento de
bebidas muy bien instalado y no reparaba en preparar algo de comer si se le
pedía.El caso es que siempre que el infrascrito entraba en su local, con o sin
compañía, José golpeaba con un grueso palo “ad hoc” por lo menos durante dos
minutos, un enorme cencerro que pendía del techo, sobre el mostrador al tiempo
que gritaba con voz estentórea: “Ave, César, morituri te salutant e home casado
é medio home”. Aún hoy me pregunto el significado de aquellas palabras. No sé
si quería decir que nos iba a ahogar en vino o que iban a fenecer, de
consunción, nuestras carteras, o que no debíamos casarnos. No sé.
Para
terminar trascribiré la “Anécdota do cubiche”, tal y como la expone ese primo
mío, mi corresponsal.
“Tiñan
meus abós o café chamado de Nemesio, nome de meu abó, na casa, creo, onde está
a dulcería de Sánchez. Estaba miña aboa tras do mostrador e algús clientes do pobo
xogando ou tomando algo, cando entrou un daqueles cubiches que despois de nacer
en Galicia e botar vinte anos nela, perdián a nosa fala ós dous anos de ir pra
Cuba. Pideulle pra beber algo raro e miña aboa dixolle que non había. Entón o
cubiche, dándose de fino dixo: Cánteme entonzas las bebidas que haiga. Miña
aboa non era das que se acoquinaban e, poñendo as maos nos cadrís, con voz
forte e boa entonación cantoulle: “Hai anis, hai jerez, hai coñac y moscatel”.
Os outros clientes deron en rirse. O cubiche quedou burlado, deu media volta e
foise facendo fú com-o gato”.
Termino,
pero no sin dar mí parecer de que este “cubiche” así debía ser como aquel Xán
do Pico que pinta Chao Ledo en su “Cuadro montañés” y seguramente el suceso
ocurrió en aquéllos tiempos en que las personas eran todavía “más célebres” que
hoy. Tal se desprende de la forma en que Chao Ledo hace expresarse a su Xán do
Pico: “Icha vino tabernera. Icha vino desa Cuba. Quel dinero de la Bana. Mucho viene y
poco dura. Villalba, tus taberneras. Son mujeres que lo entienden. Dan tripas
por gallo muerto. Y por vino xurro vienden”, aunque me consta que la abuela
materna de mi primo “era legal”, como aún decimos en Villalba, no estando, por
tanto, comprendida en la sátira de Xán do Pico, “artillero distinguido”.