Es hermosa porque encierra fe, esperanza,
caridad, amor. Es historia porque es cierta, verdadera. Y es triste,
conmovedora, patética, porque nos habla de la muerte de un hombre con alma de
niño, de un hombre que era obrero, y pobre, y sencillo, como lo fue Jesús.
La noticia fue publicada en los periódicos de
Francia: “Un padre Noel de 35 años ha muerto, la otra noche, en Lilas –Seine-
Saint Denis-al deslizarse sobre el tejado de su casa. Marcel Fournier, yesero
de Saint-Gratien, no quería que los más jóvenes de los nueve niños a su cargo,
pasasen la noche del 25 de diciembre sin oír andar al padre Noel sobre el
tejado. Pero las tejas estaban resbaladizas. Marcel Fournier cayó desde la
altura de tres pisos al patio del inmueble, calle de París, 127. Cuando la
policía de Socorro llegó, él estaba muerto. En su mano derecha una muñeca...”
Trajeron la noticia los periódicos de
Francia, Marcel Fournier quería celebrar la Navidad a pesar de ser un obrero parado desde
hacía un mes, a pesar de la estrechez de la vivienda que sólo contaba con tres
habitaciones para once personas, tres habitaciones de buhardilla repletas de
camas, de sillas, de maletas. Pero Marcel Fournier quería celebrar la Navidad aún dentro de una
vivienda marcada por la falta de confort y la miseria. Por los niños...
El mismo lo había preparado todo. Había
buscado y adornado el tradicional abeto, el árbol de Navidad. Había comprado
los juguetes para los pequeños: muñecas parlantes, fuertes, pistas de pequeños
automóviles. Incluso había preparado la cena y puesto la mesa. Todo lo había
dispuesto para celebrar la gran noche, la alegre noche navideña. Y cuando todo
estaba a punto, decidió subir al tejado y hacer ruido con una escoba para hacer
creer a los niños que había pasado el Padre Noel. Ignoraba que arriba,
inmisericorde, acechaba la muerte para empujarle en el vacío. Pero él,
Marcel Fournier, pensaba sólo en la
alegría y en la felicidad de los niños, de sus niños, que esperaban sonrientes
los regalos que iban a venir del cielo.
-Creo que el padre Noel no va a tardar – les
dijo-. Permaneced aquí todos. Voy a ver lo que pasa. Un poco antes había dicho
al mayor de todos los hijos:
-Quiero que los pequeños oigan al padre
Noel por encima de ellos. Voy a dar unos
escobazos sobre las tejas.
Cinco minutos más tarde, Marcel Fournier
estaba muerto. Lo encontraron en el patio de la casa, roto, con una muñeca en
la mano...Murió en silencio, sin un grito, para no asustar a los niños.
Hermosa historia y triste... ¡Qué pena,
Señor! ¡Y que ejemplo para nuestro mundo infanticida! Sobran las palabras ante
el hecho concreto, triste, doloroso. Un obrero pobre, un obrero parado, ha
muerto la noche de Navidad cuando jugaba a ser padre Noel para llenar de
alegría, de ilusión, de esperanza, el alma de sus hijos pequeños. ¡Qué dolor,
Señor! ¡Y que lección para la civilización de la píldora! Sobran las palabras.
Meditemos...
Y tú, Marcel Fournier, obrero pobre, que
amabas a los niños porque creías en el supremo valor de la inocencia, ahora que
estás con Jesús ruégale por nosotros, por los que no somos tan buenos, tan
candorosos, tan humanos, tan infantiles como tú, para que no olvidemos ya jamás
que el que no se haga como un niño no entrará en el reino de los cielos.