En aquel tiempo los dos poetas eran jóvenes,
sentían las mismas ansias de gloria, tenían las mismas aficiones y amaban a
Villalba. Ambos poetas llevaban el nombre de Antonio, habían nacido en pueblos
próximos y querían a su tierra con un amor antiguo que los hombres de hoy día
no podemos comprender. Uno de los poetas, Antonio Noriega Varela, había visto
la primera luz en el dulce, florido, idílico valle mindoniense. El otro,
Antonio García Hermida, vino al mundo en la Villa del Amanecer, la que posee los más amplios
horizontes del mundo. De la amistad de los poetas nacieron estos versos que ya
otra vez transcribí y que fueron escritos por el gran Cantor de la Montaña para el San Ramón
de 1915. Únicos versos que el fabuloso, el ingente, el mítico Noriega dedicó,
que yo sepa, a Villalba, mi villa bienamada. Y dicen así:
“PARA GARCIA
HERMIDA”
Veño, ahora mismo, de Foz
y-anque improvisar é atroz
contesto, Hermida, a tu carta
osmando dulce de tarta
tras conexo con arroz.
A ocasión a pintan calva
y-hei de facer ocasión
pra
chegar, coa luz d´a y-alba
¡en ayunas!, a Villalba
o día de San Ramón.
Excuso decir
máis nada...
queda ben desafiada
a romaxe, ¡e naide pense
que hei de picar
d´ahí pra Ourense.
sin dormir “a calloubada”.
Era el día 31 de agosto de 1915, día de San
Ramón, cuando “Villalba y su Comarca” publicaba estos versos. El
autor de estas líneas ignora si las fiestas,
aquel año, fueron realmente “sonadas”, es más, ni siquiera sabe si en
realidad hubo fiestas, aunque bastaba, como es sabido, la presencia de Noriega
en un pueblo para que el pueblo honrado con su visita viviese un día
verdaderamente festivo. En todo caso sí se puede afirmar que aún vivía Santiago
Mato Vizoso, es decir, vivía aún la
MUSICA en Villalba y ¿quién se atreve a decir que no hay
fiesta si se reúnen músicos y poetas?
Al llegar aquí el cronista, que ya tiene un
buen saco de recuerdos, empieza a ponerse sentimental “Lembrando festas
sonadas”, fiestas de San Ramón que tuvo suerte de vivir y de gozar y, como no
puede ni sabe expresar por sí mismo las ansias de su corazón ante el nuevo San
Ramón, que no vivirá, abrumado por el peso de las nostalgias que lleva al
hombro, acude a Victoriano Taibo y termina, recitando, melancólico:
As mozas
van de ruada
por un
vieiro de sol;
mozos,
leváime con vosco
o meu
corazón.