Plegaria


¡Cuántas veces, Señor, cuantas veces

con los ojos preñados de lágrimas

con ardiente, ferviente deseo,

en deseo a tu Trono volaba.

 
Cuantas veces, mi Dios, los pesares

con agudas, punzantes espinas,

laceraron mi espíritu, crueles,

desgarrando inhumanos mi vida.

 
Pero siempre, Señor, pero siempre

al través de la noche del alma

yo busqué los caminos que Tú

como faro en la Cruz señalabas.

 
Porque ahora, mi Dios, más que nunca,

temerosas las sombras avanzan,

con ingente clamor dilatado

te suplico, Señor, que me valgas.

 

 
Por tu muerte, Jesús, por tu Madre,

por tu Cruz y tus Siete Palabras

yo te pido con ansia infinita

yo te ruego ¡que salves mi alma!

 
No me dejes en la lucha solo.

¡No me dejes que es frágil la barca!

Y los golpes de mar impetuosos

y los vientos las velas desgarran.

 
Mi oración con ardor y con fe

hacia Ti, mi Señor, se levanta,

que me enseñes el recto camino

que conduce a la Eterna Morada.

 
Por las veces, Señor, por las veces

que recé por las noches y auroras

¡Padre Nuestro!, Rosarios y Salves.

¡No me dejes morir entre sombras!