Siempre serás un paria


Me das pena, hombre solo, me das pena

porque te conozco bien, porque te conozco

a fondo y sé como eres, sé lo que eres,

sé lo que llevas dentro porque he visto

reflejada en tu rostro la antigua maldición

esa marca indeleble que grabó profundamente

en tu carne, en tu piel y en tu alma

el caprichoso dios al que llaman Destino.

Me das pena, hombre solo, mucha pena

porque sé que esa huella te condena

a ser siempre, toda tu vida, un paria,

 
Sí. Siempre serás un paria, hombre solo.

Siempre serás un ser maldito, siempre

caminarás sin compañía, sin un amigo,

por los caminos amargos que nadie

ni siquiera las bestias quieren transitar

porque incluso ellos, los animales, saben

que hasta los dioses rehusan la amistad

de aquellos que, como tú, hombre solo,

prefieren la cruel y dolorosa soledad

a la compañía de los hipócritas,

de los cerdos, de los ladrones y de los que

soportan impasibles la injusticia y cambian

la humillación por un mendrugo de pan.

 
Sí, hombre solo, me das pena. Siempre serás un paria

porque llevas en ti la marca de los predestinados,

de los que gritan siempre la verdad

de los que no se doblan ante los poderosos

de aquellos a quienes nadie quiere mirar

porque da miedo ver en sus ojos puros

la clara acusación que hace temblar

porque horroriza ver escrita en su frente

desnuda la tremenda y sobrehumana señal

que separa a los limpios de los sucios.

 
Por eso, hombre solo, porque no te doblas,

porque no sabes ni quieres arquear la espalda

ante los ricos, porque vas altivo, orgulloso,

por los caminos de tu vida de solitario

empuñando tu bandera en la que van escritas

con tu sangre aquellas palabras que les duelen

en la carne y en los huesos a los otros,

aquellas tres palabras que ellos dicen

no ser más que palabras: VERDAD, SINCERIDAD; AMOR.

 
Por eso, hombre solo, por creer que esos

tres vocablos increíbles son algo más que palabras

estás condenado por el dios llamado Destino

a ser para siempre, toda tu vida, un paria.