Del castillo a la primavera de Cádiz


El Castillo de Villalba, entre otros autores que el cronista que suscribe ha consultado por aquello de que “onde hai letras calan barbas”, es estudiado ampliamente por don Manuel Vázquez Seijas en el Tomo II de su obra “Fortalezas de Lugo y su provincia” –páginas 81 a la 92, ambas inclusive- “En tierras montenegrinas pertenecientes a uno de los antiguos condados que se citan en el Concilio celebrado en Lugo en el siglo VI, el Undecimus Comitatus Montenegrinus dicitur (La España Sagrada, tomo XL, página 348), se halla enclavado este castillo, que en otros tiempos fue recio baluarte, considerado como uno de los monumentos históricos más importantes de Galicia; vigía y defensa de las tierras llanas de la comarca villalbesa”. Recoge igualmente Vázquez Seijas la leyenda según la cual el castillo villalbés fue levantado en el siglo XIII por Rodrigo Sánchez y añade que “algunos escritores hacen constar que ya en el siglo XI, había una fortaleza, fundando esta afirmación en una desaparecida inscripción de la era 1055, año del Señor de 1017”. No cita Vázquez Seijas a Manuel Mato y es aquí donde el cronista, una vez más, debe recurrir a su antepasado de quien tomaron datos, sin duda alguna, el mismo Vázquez Seijas, Francisco Tetamancy, Couceiro Freijomil y otros para fundamentar sus trabajos sobre este nuestro castillo que es una verdadera joya arquitectónica. En efecto, Manuel Mato publicó dos excelentes trabajos sobre y con el título de “El Castillo de Villalba, el primero de ellos en el número 4.791. Año XVI de LA VOZ DE GALICIA, página 1ª, correspondiente al domingo 28 de febrero de 1897, y el otro en el número 110, Año V de EL ECO DE VILLALBA correspondiente al jueves día 29 de febrero de 1912, es decir, lo publicó EL ECO... por su cuenta dado que Mato Vizoso falleció el 9 de febrero de 1909. De estos trabajos vamos a extraer unos cuantos datos que nos pueden servir de base para establecer fundadamente que desde luego el castillo de Villalba existió con mucha anterioridad a la fecha en que tomaron posesión de él los Andrade y que no fue erigido por ellos. Sigamos a Manuel Mato que escribe:
            “Era esta fortaleza” el más curiosos monumento de la arquitectura militar de la Edad Media que se encuentra sino en toda Galicia en una buena parte de ella” como dijo el señor Villaamil y Castro en un artículo que le dedicó hace algunos años. Y suponemos que el cronista de Lugo no sabía que la piedra extraída del Castillo de Villalba cerró con altos muros provisionales, más bien piedras amontonadas, todos los puntos de entrada en el pueblo, para defenderlo de las acometidas de los carlistas en la guerra civil de los siete años; y que más tarde, en 6 de febrero de 1843 se otorgó escritura de transacción entre el municipio de esta villa y un apoderado de la Duquesa viuda de Berwick donde se reguló en ocho mil reales el material que quedó a favor del municipio, sacado de los edificios que comprendía la Fortaleza, debiendo de tenerse en cuenta que entonces apenas valía un real cada carro de piedra en Villalba”.
            Aquí, el cronista debe hacer notar al lector que la cantidad de piedra existente, MAS DE OCHO MIL CARROS, da una idea de la importancia que tuvo el castillo villalbés. Añadiré también, para concretar fechas, que la Primera Guerra de los Siete Años tuvo lugar entre 1833 y 1840 y que el apoderado a que se refiere Manuel Mato y que representaba a la Duquesa viuda de Berwick, se llamaba Pedro Yáñez.
            Pero sigamos con Manuel Mato:
            “Los que se fijan en la figura del jabalí empotrado hacia una esquina por el lado Sur de este edificio, se equivocan al fundarse en esto para conceptuar que también la torre del homenaje es obra de los Andrade.
            La insignia de esta familia fue colocada allí mucho después de terminada la torre, como sería suficiente a demostrarlo así la simple observación de como resulta colocado el monolito que contiene dicha figura y los gatillos de hierro, que no serían necesarios, si esa piedra fuese asentada cuando el edificio estaba en construcción.
            Hace mucho tiempo que habíamos apreciado estas circunstancias, pero ahora se confirmó nuestra opinión con motivo de haberse extraído en estos últimos años los escombros que llenaban el sótano de la torre y mucha piedra y escombros al pie del mismo monumento.
            Resulta, pues, con evidencia, que ni la torre fue deshecha por los hermandinos, ni tampoco fue reedificada por los Andrades con las demás obras de la segunda mitad del siglo XV; estos se concretaron a las fortificaciones recinto, de forma que sirviesen para el uso de la pólvora”.
            “La torre del homenaje del Castillo de Villalba, fue reconstruida sobre los restos de otra que tenía la misma planta que ella tiene, y no sólo se nota diferencia en la obra de fábrica, sino también en el sistema de luces, colocación que tuvieron las vigas en una y otra, y en otros detalles que pueden apreciarse fácilmente”.
            “La fabricación primitiva era exclusivamente de pizarra, mientras abunda muchísimo la sillería en la obra de reedificación, que es la mayor parte; de la antigua se aprovechó por los tres lados, de Norte a Este, hasta una elevación de diez metros; todo lo demás parece levantado a cimientos”.
            “Es seguro que el monograma numeral que se ve en lo alto de la torre al centro de lienzo de pared o lado Sur, en una piedra de grande dimensión a la que casi toca la figura del jabalí, indica la fecha del primer edificio. Contiene dicho monograma en caracteres de alto relieve las letras de M.L.V. unidas en un solo signo, siendo común para M y L el último trazo de la primera y arrancando del mismo el trazo          de la V. Estos caracteres son latinos y el trazo de la L termina en forma de boca de serpiente”.
            “Como el año que esa cifra señala debe de entenderse de la Era española resulta que es el 1017 de J.C., y parece que la piedra en que dichos caracteres están formados debió pertenecer al primer edificio, si es verdad que (como asevera un documento que hemos visto) la torre de Villalba fue levantada por Pedro Fernández de Castro y “se terminó su fábrica en 1330”.
No faltan razones para suponerlo así, puesto que debe presumirse que con motivo del cerco que sufrió en  esta villa el Infante –se refiere Manuel Mato al Infante Don Felipe, hijo de Doña María de Molina, Reina de Castilla y León, y de su esposo Don Sancho IV-, el pueblo quedó por el sitiador Fernán Ruiz de Castro, padre del Conde Pedro de Castro y a éste correspondió, por lo mismo, como sucesor de aquél la restauración de lo que había sufrido desperfectos...”
            “Si esto no mereciese crédito y la mencionada cifra (1017) se refiere a la fecha de la reedificación, en este caso los restos primitivos cuentan mayor antigüedad; de cualquier modo, tienen la suficiente para demostrar que el Castillo de Villalba existía antes que la misma Villa fuese conocida por el nombre actual”.
            De acuerdo con Manuel Mato y aplicando el sentido común que todos poseemos es fácil imaginar que los antiguos Condes de Montenegro no vivirían al aire libre y que tendrían con toda seguridad en Villalba una fortaleza o casa fuerte en la que residir durante su estancia en nuestra villa.
            Además de la destrucción que nuestro castillo sufrió, a finales del siglo XIII cuando D. Fernán Ruiz de Castro, señor de Lemos, sitia en él al Infante Don Felipe, tuvieron lugar otras dos: en 1431, durante la Primera Guerra Hermandiña contra Nuño Freire de Andrade, dirigidos los sublevados vasallos por el famoso Roi Xordo, y durante la Segunda Guerra Hermandiña (1467-1469), esta vez los hermandiños bajo las órdenes de Alonso de Lanzós, Pedro Osorio y Diego de Lemos en la que fueron derribados por la Hermandad casi todos los castillos de Galicia. La última reconstrucción del castillo de Villalba data de 1485 y fue afectada por orden de Diego de Andrade aquel al que los Reyes Católicos hicieron Conde de Andrade y alegó que “no quería se Conde de lo suyo”.
            Perdido por los Castros, en la persona de D. Fernando Ruiz de Castro bajo el reinado de Pedro I el Cruel, el señorío de Villalba, pasa a poder de la casa de Andrade en cuyas manos permanece durante siglos hasta que, por esas cosas que tiene la vida, la hija de D. Fernando de Andrade, el héroe de Seminara, Doña Teresa de Andrade contrae matrimonio con otro Castro –Don Fernando Ruiz de Castro Osorio- primer marqués de Sarria y más tarde Conde de Lemos de manera que la Casa de Lemos se enlaza definitivamente con la de Andrade fundiéndose ambas en Don Pedro de Castro Andrade hijo del de Castro y de la Doña Teresa y por sucesivos entronques se funden también con la de Alba y así vemos que poco antes de la PRIMAVERA de CADIZ –19 de marzo de 1812, Cortes de Cádiz, proclamación de la Constitución de 1812- aparece el señor de los Estados de Lemos nombrando Merino de Villalba en el año 1807 a D. Manuel de Cora Guzmán y Montenegro y para ello consta en documento en el que pueden leerse los títulos que presenta “Doña María Teresa de Silva y Palafox, Marquesa de Hariza y Estepa, madre, tutora, curadora y administradora de la persona y bienes y rentas de mi hijo Don Carlos Miguel Stuard Fitz James, Alvarez de Toledo, Palafox, Ruiz de Castro, Andrade, Pérez de Guzmán el Bueno, Duque de Alba, Conde Duque de Olivares, Conde de Lemos, Villalba y Andrade, etc, etc. etc”.




            Abolidos los señoríos por las Cortes de Cádiz en 1812, en la PRIMAVERA DE CADIZ Villalba pone los cimientos de su verdadera historia e inicia su MOVIDO SIGLO XIX, que será el título del siguiente trabajo.