Quimera


Tus manos apoyadas en mis hombros
y tu cabeza reclinada en mi pecho,
con las primeras luces de la aurora
un día a ti yo te soñé despierto.

Y tu carita pálida y tus ojos
que desgranaban un rosario líquido
eran un juramento sempiterno
que sellaba la unión de dos destinos.

Mas llegaron las sombras de la noche
y sus alas de negra mariposa
batiendo el aire muy cerca de mis ojos
destruyeron el goce de unas horas.

Y la noche gritándole a mi alma
con la voz inmutable del silencio
le recordó a mi corazón de novio
que era mentira la ilusión del sueño.