Hay una tumba olvidada


            “Honrar y enaltecer os fillos escrarecidos de Galicia, é tanto como enaltecer á nosa terra e honrarnos a nosoutros mismos. Galicia tuvo de cote fillos ilustres que lle deron groria; pro nesoutros debemos precurar qu´os resprandores d-ísa groria non s-esmorezan, antes po-l-o contrario, qu-o seu brillo vaya en aumento, facendo resaltar os ollos de propios e extraños os méretos d-os qu co seu nume privilixiado cantaron as belezas, as constumes, a dolzura sin par da nosa terra gallega...”

          Las líneas antecedentes, preludio del presente trabajo, están tomadas del Prólogo que mi padre, Antonio García Hermida –poeta, periodista, músico, escritor- escribió, corriendo el año mil novecientos treinta, para el libro POESIAS EN GALLEGO Y CASTELLANO, de don José María Chao Ledo, primer vate villalbés junto con Manuel Mato Vizoso. El libro, editado por el Centro Villalbés de Buenos Aires en mil novecientos treinta y uno, lleva al final unas páginas o “Notas biográficas de don José María Chao Ledo”, escritas por Eduardo Lence Santar Guitián –cronista de Mondoñedo- a requerimientos de mi padre, de quien Lence era muy amigo, así como más tarde había de serlo mío.

            No voy a hablar ahora de mi padre ni de lo que Villalba le debe o deja de deberle como literato que es bastante. Quiero hablar, una vez más, porque es preciso,de mi querido y admirado Chao Ledo, de aquel notable don José María a quien, por razones de edad, no tuve la suerte de conocer; de aquel Chao Ledo –cura poeta- que escribió los versos más dulces, más tiernos, más entrañables, más sentidos, que yo he leído en toda mi vida en nuestra lengua vernácula: “A miña anduriña”, “Historia d, unha rosiña”, “A noite boa de 1871 cantada por un peilao” y “A Oración d´o romeiro”.

            ¿Quién era Chao Ledo?: Un poeta. Un notable, excelente, “enxebre” poeta. ¿Y a qué viene la cita inicial?: Es obvio su sentido y más leyendo lo que sigue; pero leamos antes la opinión de don José Trapero Pardo para que no se diga que me ciega mi pasión de villalbés.

            “Mas no le basta a la alba villa el progreso material. Un pasado ilustre exige también ilustres hombres de hoy. Y pocos pueblos existirán que, con un número igual de habitantes, puedan presentar, como Villalba, un conjunto de nombres ilustres que, en la actualidad, destacan en las Letras y en las Artes de la Pintura y de la Música, en la Cátedra, en la Administración del Estado, en la Medicina, en la Judicatura, en el gobierno de las parroquias ... Nombres de hoy que se unen a los de ayer algunos tan injustamente preteridos en las antologías literarias como el de Chao Ledo, que supo captar el espíritu y el lenguaje del pueblo en composiciones que aún tiene hoy un vigor y frescura como en el tiempo en que fueron escritas”.

            He ahí la opinión de Trapero sobre Villalba y, concretamente, sobre Chao Ledo. Las líneas que transcribo pueden leerse en el número ocho de la revista “Lucus” correspondiente a diciembre de mil novecientos sesenta. Y no estará de más decir aquí, de paso, que hace ya muchos años que Lugo y su provincia están debiendo a don José Trapero Pardo un homenaje en toda regla. Queda dicho y volvemos a Chao Ledo.

            Fallecido en mil ochocientos noventa y cuatro, don José María Chao Ledo –que nació en Villalba en mil ochocientos cuarenta y cuatro- “dorme o sono eterno no porteco humilde da igrexa de Mourence. A sorte deparoulle a derradeira morada n´unha aldea, n´unha sepultura probe coberta somente por unha lousa donde o seu nome que debera ser grabado en letras d´ouro, xa vai desaparecendo po-l-a acción impracabre do tempo”. También esto está escrito por mi padre en el Prólogo mencionado y yo soy testigo de su veracidad, pues lo mismo que, siendo un niño, me llevó a Lugo para mostrarme, con singular cariño la imagen de la Virgen de los Ojos Grandes, por quién desde entonces siento especial devoción, lo mismo me condujo hasta Mourence para rezar, los dos, un Padre Nuestro, ante la humilde losa que cubría los restos del poeta. Más que losa era lo que los gallegos llamamos “unha cantería longa” y en ella se leía, a duras penas ya, el nombre del vate muerto. Tendría yo, quizás, nueve años y nunca olvidaré aquella tarde de sol. Corriendo el tiempo, no mucho, volvería, yo solo por desgracia, muchas veces, a visitar la tumba de Chao Ledo y en vez de una oración serían dos.Dos plegarias por dos  “Poetas sin pueblo” que es el título de un artículo que ya hace años les dedique, a ellos y a Manuel Mato.

            Y ahora, para terminar, diré que de Chao Ledo ya no queda ni la losa que cubría su tumba. Un suelo liso, de cemento, recubre totalmente la entrada del templo de Mourence habiendo desaparecido del pórtico todo vestigio de la sepultura del cura poeta. Creo que eso no es irremediable y que aún queda oro en el mundo para hacer las escasas letras necesarias. Sería un modo decente de subsanar el tremendo error cometido, sin duda por ignorancia, por desconocimiento de la personalidad del hombre allí enterrado. Pero... ¿le importa esto a Villalba? Sé que algunas personas lamentan profundamente el hecho. Con todo y eso mucho me temo que, una vez más, seré “la voz del que clama en el desierto” y el poeta, sumido en el olvido –la muerte de la muerte- será únicamente recordado y visitado por su amiga la golondrina a la que cantó:

                                 “Anduriña vaga, dime

                                   Tí qu´esta noite chegache

                                 ¿Onde, probiña, parache?

                                 ¿De qué terriña tí ves?