Con permiso de historiadores e historicidas, cronistas y croniqueros, gacetilleros y escribidores, libelistas y panfletarios, y sobre todo con la venia del “gran don Ramón de las barbas de chivo”, confieso “córam pópulo” con toda desfachatez que a mí particularmente la denostada figura histórica de la reina Isabel II me agrada sobremanera, me simpatiza en grado superlativo, me cae macanudamente, ché. Y ello por más de una razón. Cosas que pasan como canta Larralde. Será porque uno, a fuerza de años y desengaños, se va volviendo más comprensivo, más tolerante con las propias y ajenas flaquezas, más liberal, digamos en definitiva; liberal al modo en que nos enseña a serlo en su libro “Ensayos Liberales”, don Gregorio Marañón y...
-Non
será por eso, besta brava. Non será por eso –ataca el incordiante, que por
aquello de la confianza es muy amigo de “aldraxar”.
-Bueno,
pues no será por eso –como dijo el que no discutía nunca.
Ante mí por flemática desconcertante
respuesta, el incordiante se queda patidifuso y yo aprovecho la pintiparada
ocasión para reanudar el hilo de mi discurso.
Tampoco Isabel II les era antipática a los
lugueses que para honrarla y agradecerle la visita que a Lugo hizo en 1858,
entre otras vías públicas (consúltese a Trapero Pardo) abrieron –dedicándosela-
la concurrida, céntrica y popularísima calle de la Reina, aunque es seguro que
en la actualidad ni un cinco por ciento de los habitantes de Lugo –no hablemos
ya de los de la provincia- saben a que reina fue dedicada esa rúa.
-Si
que saben, cernícalo. Si que saben –dice el incordiante, ya repuesto de su
trauma-. O que pasa é que os lugueses son unhos pillabás e dese xeito a rúa que
foi adicada a doña Isabel II val pra tódalas raíñas de tódolos tempos e de paso
pra que non haxa liortas entre “constitucionales” e “absolutistas”,
“progresistas” e moderados”, “carlistas” e “liberales” e tal e que sei eu...
Puede
ser. Puede ser que no ande muy descaminado el incordiante; pero de lo que sí
estoy segurísimo es de que muy pocos lucenses han visto y leído y mucho menos
tenido en sus manos, como yo la he tenido, una carta autógrafa de Su Majestad
la reina Isabel II y por ello, en atención a mis lectores de EL PROGRESO, voy a
transcribirla acompañando fotocopia por si tiene cabida en el periódico
juntamente con este artículo. La carta va dirigida al poeta cordobés Antonio
Fernández Grilo y, escrita por Isabel II desde el exilio, dice así.
“París
26 de febrero de 1882. –Querido amigo Grilo, Te decides a venir? Pues si es así
vente, que aquí, a mi lado, publicarás tus versos, y esta casa se pondrá de
gala para oír recitar tus lindas poesías.
La
publicación de tu libro será un patrimonio para tu hija, una gloria para la Patria y un orgullo para
los amigos que tan bien te queremos. Tú sabes con cuanto cariño envío un abrazo
a tu muger; un beso a tu lindísima hija y a ti toda la espresión del cariño y
gratitud que de corazón te profesa tu mejor amiga.- Isabel de Borbón”.
Antes
de seguir adelante diré que Isabel II coincide con mi pariente Manuel Mato en
escribir “muger” y “espresión”, por lo que supongo que tales grafías eran de
uso común en el siglo XIX. Disculpado queda Mato Vizoso por lo que yo
consideraba faltas de ortografía sólo achacables a él.
Y ahora, para conocimiento de pasados y
futuros bachilleres, aclararé que para saber algo del poeta Fernández Grilo,
tan amigo de la reina Isabel II y que tiene una calle dedicada en Madrid, tuve
que recurrir al Espasa, no hubo otra solución. Y el Espasa dice lo siguiente,
entre otras muchas cosas referentes a él:
“Doña
Isabel II le estimó y favoreció mucho, editando a sus expensas sus mejores
producciones, que vieron la luz con el título de IDEALES (París, 1884), en un
lujoso volumen en que aparece un retrato del autor y se reproduce una íntima y
afectuosa carta autógrafa de la misma soberana, invitándole a pasar una
temporada a su lado en la capital de Francia. Igual protección le dispensaron
Alfonso XII y los suyos, que repetían de memoria algunas composiciones del
inspirado vate cordobés”.
También
por el Espasa he sabido que Fernández Grilo publicó sus primeros versos en
Córdoba en 1869, protegido por el conde de Torres-Cabrera y que en 1897 obtuvo
la flor natural en los Juegos Florales del Ateneo de Cádiz, siendo elegido
académico de número de la
Española en 1906,pero murió el día 9 de Julio ese mismo año
–había nacido en 1845)- antes de haber tomado posesión de su cargo.
De
Fernández Grilo se dice además que estaba dotado “de natural ingenio y amenidad
de trato, era admirable recitando y esta facultad le abrió las puertas de
salones aristocráticos y hasta las del Alcázar Real”.
Autor
del EL SIGLO XX, EL DOS DE MAYO, EL INVIERNO, POESIAS, IDEALES, LAS ERMITAS, LA CHIMENEA CAMPESINA,
LA NOCHEBUENA,
EL ADIOS AL CONVENTO, fue además asiduo colaborador de periódicos y revista de
Madrid, Barcelona, etc. entre los que puedo citar EL CONTEMPORANEO, LA LIBERTAD, EL TIEMPO, EL
DEBATE EL ARCO IRIS y ... ¡señores!...LA IDEA MODERNA, de
Lugo, que en su primera página del número 2.311, año IX del periódico,
correspondiente al domingo 31 de julio de 1898, después de un artículo firmado
por Joaquín Núñez de Couto, dirigido al gobernador civil de Lugo, José Salgado,
para ensalzar la figura y la obra de Manuel Mato Vizoso, inserta la siguiente
composición poética de Antonio Fernández Grilo:
LAS AZUCENAS
Esmaltan en el tiempo de mi santo
las primera verbenas,
y tú, que sabes que te
quiero tanto,
Buscas las azucenas.
De su perfume el virginal
tesoro,
en limpio cáliz breve,
guardan entre los pétalos el
oro
y el ampo de la nieve
desde que en tu balcón
sueñan amores,
desde que tú las riegas;
desde que las prefieres a
otras flores
y a cuidarlas te entregas,
antes que alegre en tu
balcón sonría
el alba, entre sonrojos,
ya están sobre esas flores,
alma mía,
mis desvelados ojos;
y en mi insomnio febril, en
mi deseo,
en dichas como en penas,
todo a mi alrededor, todo lo veo
vestido de azucenas.
Antonio F. Grilo
Lírico, sentimental, romántico,
dulce Fernández Grilo. Por algo Isabel II te quería. Algo había en ti para que
reyes te apreciasen y poetas como Zorrilla y políticos como Castelar oyeran,
complacidos, tus excelentes recitales.
Debo
terminar porque el espacio se impone; pero diré que la carta de Isabel II llegó
a mi poder gracias a doña Lucinda Silveiro, hija de José Silveiro Esquiroz, que
a su vez era hijo de aquel Pascual Silveiro Gayoso, carlista villalbés del que
ya hablé en otro trabajo, que fue a morir a Estella por servir a D. Carlos VII.
Fue en casa de José Silveiro Esquiroz, donde, por causas que se ignoran, quedó
la carta que Isabel II dirigió a Fernández Grilo y que, sin duda, es la misma
que se reproduce en el libro del poeta –IDEALES- que la citada reina costeó en
París. También José Silveiro era amigo de Fernández Grilo y el poeta -¡pobres
poetas!- vivía de los amigos.