Cuando don Juan
Ramos Cabado, párroco de Santa María de Villalba, bautizaba el día 25 de
noviembre de 1922 a
un niño que había nacido a las siete de la tarde del día 23 de los citados mes
y año en el número 17 de la entonces Calle del Progreso, hoy Avenida del
Generalísimo, no podía suponer que estaba bautizando a un superdotado física e
intelectualmente, a un fenómeno, a una fuerza de la Naturaleza, a un futuro
hombre de Estado. Otro tanto les ocurría a don Juan Fernández Abelleira, juez
Municipal, y a don Luis Campos Goás, secretario, que procedían a inscribir al
niño, siendo las quince horas del mismo día 25 de noviembre de 1922, en el Tomo
109, Folio 302, del Registro Civil de Villalba, poniéndole el nombre de Manuel.
Lo mismo podemos decir de los villalbeses Alfonso Gayoso García y Francisco
López Carpintero que firmaron el Acta de Inscripción, como testigos,
acompañando al padre del niño, primogénito del matrimonio formado por don
Manuel Francisco Fraga Bello, de 34 años de edad, y su esposa doña María
Iribarne Duboix, de 26 años, natural de Ostabat, en los Bajos Pirineos, República
francesa, y con el mismo domicilio y vecindad de su esposo, quien, viviendo
entonces en Villalba, era natural de la parroquia de San Jorge de Rioaveso, en
nuestro Ayuntamiento.
Por
regla general los biógrafos –y los de Manuel Fraga Iribarne no constituyen
excepción- se olvidan de citar al cura que bautizó a sus biografiados. Este
cronista, por el contrario, cree que el cura que lo bautiza a uno es un
personaje excepcional por el hecho trascendente de que el Bautismo “imprime
carácter” y lo hace a uno cristiano- y católico- y eso, el ser cristiano y
católico condiciona a una persona en orden a la vida temporal y a la eterna
siempre, claro está, que se sea consciente de serlo, como es el caso de Manuel
Fraga Iribarne. Por otra parte, el párroco de Villalba, don Juan Ramos Cabado,
no era un cura cualquiera sino que se hizo célebre y aún hoy se le recuerda
debido a sus ingeniosas y espontáneas “sacadillas” como cuando, al celebrar un
casamiento, viendo la fealdad de la novia, llegado el momento de preguntar
“¿Quiere usted por esposa...?, al oír el “Sí” del novio, sin poder contenerse
exclamó: “Tamén che é moito querer, hom!”. Y otra vez, en un bautizo,
aglomerándose en el interior del templo excesivo número de vociferantes
rapaces, gritó airado: “Fuera todo dios de la Casa de Dios!. Ese fue el cura que bautizó a
Manuel Fraga Iribarne.
Hijo
de emigrantes y descendiente de campesinos, Manuel Fraga Iribarne es nieto por
línea paterna de José Fraga Pérez y de Dolores Bello Paredes “naturales y
vecinos de Rioaveso que aquel fue de dicha villa de Rioaveso y ella de esta villa; y por materna de Pedro
Iribarne y de su mujer María Luisa Duboix naturales y vecinos de Ostabat-Asme,
Ayuntamiento de Maubey, Departamento de los Bajos Pirineos, en la República francesa”,
según se lee en la referida Acta de inscripción en el Registro Civil de
Villalba.
Tampoco
podemos olvidar, como hacen los biógrafos, a los padrinos del bautizado, que lo
fueron José Bello Paredes, soltero, vecino de La Coruña, tío paterno
–tío-abuelo, se deduce- y Amadora Fraga Bello, la popular “tía Amadora cuya proverbial amabilidad y simpatía
conocemos bien los villalbeses, quien actuó por delegación, representando a la
abuela materna, francesa, María Luisa Duboix.
Licenciado
y Doctor en Derecho, Licenciado en Ciencias Políticas y Económicas,
Catedrático, Letrado de las Cortes, políglota, diplomático, publicista,
escritor, Ministro de Información y Turismo con Franco, Ministro de la Gobernación y
Vicepresidente del Interior en el primer Gobierno de S.M el Rey Don Juan Carlos
I, Manuel Fraga es el villalbés “non plus ultra”, el que más alto y más lejos
llegó, el que alcanzó más allá y más arriba y el que, relativamente joven aún,
está en condiciones de superar las altas metas hasta el momento alcanzadas si
Dios le da salud y suerte, que de ambas cosas se necesita en este mundo. Este
es el villalbés a quien el año pasado, en estas mismas páginas de EL PROGRESO,
califiqué de “honra y prez de Villalba, villalbés mundial”. Y no retiro lo
dicho porque, digan lo que digan por ahí, se trata de la pura verdad. Para los
suspicaces, el cronista cree necesario y conveniente aclarar que habiendo sido
“balilla” al mismo tiempo que Manolo Fraga, desde hace muchos años es
políticamente “independiente” y piensa seguir siéndolo hasta la muerte, de modo
que Alianza Popular nada de nada, que conste.
Si
se quiere ser objetivo, frente a los defectos que a Fraga se le señalan:
autoritarismo, antipatía, orgullo, intemperancia, hay que oponer una serie de
virtudes que arrojan un saldo a su favor: voluntad inquebrantable, tenacidad,
clara inteligencia, memoria fabulosa, ejemplar honestidad, lucidez, ciclópea
capacidad de trabajo, valentía y lealtad.
Ideológicamente
puede estarse en contra de Fraga, pero sólo los resentidos, los celosos, los
envidiosos, los que padecen complejo de inferioridad ante su figura señera
pueden negarse a reconocer los polifacéticos e insólitos valores de Manuel
Fraga Iribarne. El cronista no se encuentra entre ellos.
Una
de las facetas de Fraga que más llaman la atención del cronista, por aquello de
la afición, es como escritor capaz, según los temas, de escribir con la belleza
y el rigor de un Ortega, la soltura y amenidad de un Marañón, la concisión de
un Azorín, la ternura de un Juan Ramón Jiménez. El cronista, que algo de eso
entiende, admira a Fraga por ello.
Miles
de páginas en periódicos y revistas, tanto de España como del extranjero, se
han escrito sobre la vida y la obra de Manuel Fraga Iribarne, En ensalzarle o
en denostarle se han gastado mares de tinta. En la biblioteca del cronista
figuran , con más de cuatrocientas páginas cada uno, los libros FRAGA IRIBARNE,
RETRATO EN TRES TIEMPOS, de Millán Mestre y MANUEL FRAGA, SEMBLANZA DE UN
HOMBRE DE ESTADO, de Octavio Cabezas. De ellos están tomados algunos datos,
pocos, para recordar a los olvidadizos la excepcional ejecutoria vital del
villalbés Manolo Fraga, ese fenómeno.
Hablando
y leyendo correctamente, en francés y castellano, a los nueve años aprueba,
simultáneamente, el ingreso y el primer curso de Bachillerato en el Instituto
de La Coruña. Premio
Extraordinario en 1944 al licenciarse en Derecho por la Universidad de Madrid.
En otoño del mismo año su tesis doctoral sobre “Luis Molina y el derecho de la
guerra”, calificada con Sobresaliente, recibe posteriormente el Premio
Extraordinario. En 1946 alcanza el número uno en las oposiciones a ingreso en la Escuela Diplomática
y termina el curso en 1947 siendo el número uno de su promoción. Ese mismo año
se licencia en Ciencias Políticas y Económicas. En 1948 gana con el número uno
las oposiciones a la cátedra de Derecho Político en la Universidad de
Valencia. En 1951 es nombrado secretario general del Instituto de Cultura
Hispánica y en 1953 pasa a ocupar el cargo de secretario general del Consejo
Nacional de Educación. En 1956 es subdirector del Instituto de Estudios
Políticos. En 1957, delegado Nacional de Asociaciones. En 1962 es recibido como
Académico de Número de la
Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y nombrado
ministro de Información y Turismo, cargo éste en el que cesa en 1969 retornando
a su cátedra de Teoría del Estado y Derecho Constitucional de la Facultad de Ciencias
Políticas de la
Universidad Complutense. Ese mismo año los lectores de la
revista SP, le designan Hombre del año. En 1970 es elegido Grande de la Publicidad por los
hombres de la publicidad. En 1973 es nombrado embajador en Londres. En 1975 es
elegido presidente de la
Unión Latina por un período
de cinco años y en diciembre de ese mismo año 1975 se le nombra vicepresidente
del Interior y ministro de la Gobernación. Cesado en esos cargos funda el
partido Alianza Popular y se le designa secretario general del mismo, siendo
elegido diputado a Cortes por Madrid en las elecciones del 15 de junio del
presente año 1977.
¿Cuántos
artículos habrá publicado Manuel Fraga en periódicos y revistas de España y del
extranjero? ¿Cuántas conferencias habrá dictado dentro y fuera de España?
¿Cuántos cientos de miles de cartas habrá contestado en el ejercicio de sus
cargos? ¿Cuántos pueblos y ciudades de España, de Europa, de ambas Américas, de
Africa y Asia habrá visitado en el
cumplimiento de sus misiones? ¿A cuántos personajes de talla mundial habrá
tratado y conocido? ¿Cuántas audiencias habrá concedido y cuántas visitas habrá
efectuado? ¿Cuántos cientos de miles de kilómetros habrá recorrido? ¿Cuántos
miles de manos habrá estrechado? ¿De qué hierro, de qué piedra, de qué acero y
de qué madera está hecho un hombre semejante?. El cronista no sabe contestar y,
porque el espacio se impone por defecto, ahorra a sus dos o tres lectores,
pobres mártires, la lista de libros publicados por Manuel Fraga desde sus 18
años en que empieza publicando el primer volumen de LOS SEIS LIBROS DE LA JUSTICIA Y EL DERECHO,
traducción del latín de la obra del jesuita Luis de Molina –era el año 1941-
hasta el actual 1977 en que aparece LA MONARQUIA Y EL PAIS, lista que incompleta por
abreviar, comprende no menos de treinta títulos.
Nombrado
por aclamación Hijo Predilecto de Villalba, en Sesión plenaria de 9 de julio de
1949, siendo alcalde don José Novo Cazón, la Corporación Municipal
reconocía los relevantes méritos de Manuel Fraga Iribarne aunque por aquel
entonces nada o casi nada hubiera hecho por su villa natal, o sea, que no se
trataba de “pelotillas”. Desde entonces…
….Desde
entonces es mucho lo que a Fraga le debe Villalba en reconocimiento a su ayuda
desinteresada el busto de un Fraga pensativo se ubica en la Alameda de Basanta Olano y
la “Ciudad Cultural”, que a él se debe, ostenta su nombre. Menos mal.
El
cronista termina aquí, con este trabajo sobre ese villalbés “primus inter
pares” su serie de artículos relativos a Villalba y sus hombres políticos. El
cronista sabe, porque Villalba es y seguirá siendo gran madre de grandes
hombres que mañana o pasado mañana, en un futuro no lejano, la serie tendrá que
continuar. Pero ya será otro el cronista...