QUERIDO amigo filósofo, otrora compañero de andanzas en los felices
años niños idos: Con cierto retraso, en gran parte imputable a la distancia en
kilómetros que media entre nuestro Lugo y esta población en que, temporalmente,
resido, ha llegado a mis manos tú, supongo, de momento último ensayo titulado
“La joven generación lucense”. Trabajo ponderado, diáfano, valiente,
sinceramente honrado, en el que encuadras dentro del ámbito provincial –reflejo
y espejo del nacional- a aquellos jóvenes intelectuales, artistas pensadores,
que después de la postrera convulsión sufrida por el país en el año1936, y
acaso debido a ella, encarnan en la actualidad posturas, estilos,
interpretaciones, preocupaciones, tendencias, formas propias de entender y de
reaccionar ante los problemas vitales que plantea la hora presente.
Prescindiendo de la lista de nombres en la cual posiblemente sobre alguno y,
quizás, falten otros con tantos o más méritos que los citados para figurar en
ella, entiendo que tu trabajo ha sido perfectamente logrado y encierra motivos
de profundo interés y dignos de más amplio estudio, sobre todo en cuanto te
lanzas a bucear en las honduras del proceloso y agitado y confuso mar de la
realidad humana que vivimos acerca de las causas productoras del actual desequilibrio social. Considero
oportuno felicitarte, públicamente, por ello, haciendo constar que un punto ha
llamado poderosamente mi atención. Aquel en que dices: “... el pecado tiene dos
fuertes aliados: la ignorancia y la miseria. Es indudable. Y claro está que
miseria, ignorancia y pecado, de tal modo están ligados entre sí que, en la
ruleta de la vida alternativamente tocan en suerte pudiendo afirmarse se
verifica en ellos la monstruosidad de ser al mismo tiempo padres e hijos, causa
y efecto, antecedente y consecuente, principio y fin. Ignorancia y miseria son
origen de todo pecado. De los pecados contra la Humanidad , contra la Sociedad , contra la Patria , contra la comunidad
pública y privada, contra la especie, contra el derecho de nacer, contra el
derecho de vivir, contra la propia conciencia incluso. Tales pecados, a su vez,
producen la degeneración moral y física de los individuos, células del gran
cuerpo social, con la consiguiente corrupción de éste. La solución que nosotros
aportamos es única y doble, como tú bien señalas: Cultura y Pan. A este
respecto recuerdo que, en uno de mis artículos. –“Más luz”- escribía: “Poned
libros en todas las manos”. Y en otra parte del mismo: “Pero hay un alto
peldaño que no se puede remontar sin ayuda; es necesario alargar el brazo y
tender la mano a los suplicantes que intentan subir”. Me faltó añadir: Llevad
alimento a todas las bocas. A la vista de tu trabajo con gusto amplio lo que
entonces dije.
Destacas, fundadamente, el problema
de tipo económico que late como una herida infectada en las capas menos dotadas
de nuestra sociedad. Urge una quirúrgica operación urgente. Solucionado éste,
estaremos en condiciones de superar aquel que indicas como existente y producto
de la diversidad regional de cultura y el cual tiene sus raíces en diferencias
geográficas, así como aquel otro de las distintas concepciones del mundo y de
la vida incrustadas diferencialmente en las mentes de nuestra nueva generación.
Es necesario llegar a una unidad de criterio en el orden vital. Logrado esto
habremos conseguido una conciencia nacional unificada que –verificada la de
orden interno- ¡servirá de base para el establecimiento de esa pacífica y feliz
convivencia internacional tan deseada y que parece imposible de alcanzar por
cuanto, hasta el presente, son contados los que, sea cual sea su “generación”,
adoptan ante la vida una actitud profundamente humana sin la cual jamás será
posible llegar a un entendimiento ni levantar construcciones ideológicas sobre
un cimiento común. Esa postura ejemplar de interés hacia el hombre en
particular y hacia todo problema, ya sea individual ya colectivo, de la que son
maravilloso exponente –cito los más representativos- dos de los nuestros en
especial: nuestro entrañablemente querido periodista Armesto y nuestro no menos
apreciado poeta Manuel María, el “xograr da Terra Chá”.
Y ahora ya, querido filosofo, solo
me resta añadir que has acertado plenamente, también, al reclamar atención
hacia esta juventud que irrumpe en la vida mundial –nuestra vigorosa proyección
desconocerá toda frontera- propugnando soluciones que, al fin, no son más que
un regreso al Evangelio: cultura, pan, mutuo respeto, mutua comprensión y la
necesidad de inyectar en cada corazón una carga mínima de amor hacia nuestros
semejantes, seres que, en definitiva, tienen el mismo origen en la carne –Adán-
y el mismo fin espiritual –Dios en la eternidad.
Con un
abrazo de tu afmo.
JOSE LUIS GARCIA MATO
V. y Geltrú, octubre de 1955.