Regresaré a Galicia


                                                                    Dicen que como o Miño, o noso povo                                                                     n-a terra donde nace quer morrer;
                pero o sono do río é sosegado
                   i-o d-este non-o é.
(CURROS ENRIQUEZ)

Entré en la Biblioteca de la Universidad de Oviedo, Sección de Letras, buscando a Federico, ovetense él, abogado, aficionado a escribir. No estaba. De pronto, de entre los numerosos lectores sentados ante la larga mesa, se levantó un muchacho alto que se acercó a saludarme. Traía en sus manos como si fuera un tesoro –parecía serlo para él– “Antología de la Lírica Gallega”, de Álvaro de las Casas. Era Vispalia, estudiante de Filosofía y Letras, mi amigo de Goiriz.
–¿E logo, qué milagre? –dijo–. ¿Qué fas ti por eiquí?
–Estou  en Xixón –respondí–. Viña tras dun amigo ó que non vexo. Cecais non veu ainda ou cecais xa se foi. E ti, xa vexo, non esquences a Galicia. Tampouco eu, que fai pouco cheguei de Cataluña despois de tripar Andalucía. ¡Terra a nosa ¿e?!
–Sí. Non se sabe ben o que é Galicia, o que a Galicia se lle quer, o que Galicia val, mentras non se está lonxe dela.
En la voz de mi amigo Vispalia  había como un eco amargo de mi propia nostalgia, un eco cargado, rebosante, pleno de melancolía, de saudade, tristeza, señardá. Era el eco de aquella voz compañera, dulce y grave, lenta y potente, obsesionante, cotidiana, que desde la otra ribera del río de mi sangre lanzaba el gran grito esperanzado, no exento de angustia, de los gallegos emigrantes: “Regresaré a Galicia”. Y aquí es donde entronca este recuerdo, este pasado que fue presente hace unos años, con el último libro en gallego que acabo de leer y releer, el RETORNO A TAGEN ATA, de Xosé Luis Méndez Ferrín.
 
“¡Qué presencia tan enorme es el recuerdo!”, escribió Manuel María en el “Sermón para las despedidas” de su libro SERMON PARA DECIR EN CUALQUIER TIEMPO. Separado por el tiempo y la distancia de aquellos dos amores ancestrales, atávicos, indeclinables, que están en la raíz de su ser, el hombre idealiza, magnifica, sublimándolas, a la mujer y a la tierra. La mujer idealiza, magnifica, sublimándolos, al hombre y al terruño. Y en el espíritu de la mujer y del hombre brota y desarrolla con furiosa fuerza tropical aquella planta hecha de angustia y de tristeza, de añoranza y recuerdo, que es el ansia apasionada de recuperar el bien perdido y conocido o de llegar a poseer el bien soñado e imaginado del que a uno le hablaron durante años y años. Este es el caso de Rotbaf Luden, personaje central de RETORNO A TAGEN ATA, muchacha nacida y crecida en la emigración, obsesionada por la evocación de aquella tierra que aprendió a amar a través de sus padres hasta tal punto que llegado el momento –dice– “Non me costou traballo ningún cambear o meu país natal pola terra dos meus antepasados. En realidade, tratábase dun retorno a Tagen Ata, onde eu tiña estado sempre”. Era el regreso a aquel “país soñado do corazón eterno esposo Tagen Ata viño da miña boca cabalo dos meus pulsos...” y a aquel hombre mítico, Ulm Roan, poeta de “boca murcha e fermosa” al que la muchacha acaba entregándose y, después, asesinando convencida de que se trata simplemente de un tipo claudicante, de un anclado en el tiempo ido, de un gran histrión, de un traidor al ideal, en vez del líder, del luchador, del héroe que ella había soñado allá en las tierras calientes de Anatí, antes de su regreso a la querida Tagen Ata, “belísima patria cuio centro é a Grande Fraga”. Porque, ciertamente, Ulm Roan, el mítico, el divinizado, resulta ser un  pobre hombre, un epicúreo, un gran comediante vendido a la vida cómoda, que encubre su cobardía, su claudicación, bajo el reluciente oropel de frases tópicas, de altisonantes sentencias, de verbales fuegos de artificio, con los que trata de disculpar su injustificable deserción de las filas de aquellos que le habían seguido y acatado como capitán en la lucha por un futuro mejor para la tierra y los hombres de Tagen Ata. Futuro hacia el que Rotbaf Luden galopa, al terminar el libro, “co cabalo ao sobresalto” a través de la Grande Fraga, en un “aloucado agallope, espaventando corvos silenciando á rula”
Escrito en un gallego moderno al que sólo reprocho la utilización del, para mí, siempre malsonante e injustificado “ao”, notable por el tema y el estilo, RETORNO A TAGEN ATA colocaría a Méndez Ferrín, si no estuviera ya, que lo está, entre los mejores novelistas, escritores de vanguardia, con que Galicia cuenta actualmente. Es un libro escrito desde el ángulo opuesto a las MEMORIAS DUN NENO LABREGO, de Xosé Neira Vilas. Y yo digo esto en el sentido en que Ferrín hace hablar a Rotbaf Luden, muchacha nacida en la emigración, de recuerdos y realidades de un simbólico país en el que cree haber vivido siempre y al que acaba retornando, mientras que Neira Vilas escribe las memorias de Balbino, “un rapaz de aldeia”, que evoca sus vivencias infantiles en un país real al que, aún, no quiso o no pudo abandonar.
Yo creo que en RETORNO A TAGEN ATA está Galicia tan presente como en MEMORIAS DUN NENO LABREGO. Y creo que ambos libros tratan de demostrarnos que Galicia necesita crecer mucho aun hasta alcanzar su verdadera estatura dentro del plano nacional, integrada plenamente en esa gran hermandad que deben constituir los hombres y las tierras de España.
En todo caso veo en RETORNO A TAGEN ATA un poco mi historia en cuanto me parece oír aun, llegada de las profundidades de mi ser, aquella voz compañera, grave y dulce, lenta y potente, angustiada, que lanzaba el gran grito esperanzado: “Regresaré a Galicia”. Entendiendo por Galicia esa comunidad ideal que hemos soñado día a día, durante años y años, los hombres que durante años y años hemos vivido separados de la tierra querida y de la mujer amada. Y las mujeres que durante años y años han vivido lejos del hombre amado y del terruño querido. “Dous amores...”.